Manipula, que algo queda...

El desarrollo exponencial de las redes sociales y, con ello, de la transmisión casi instantánea de información e ideas, ha propiciado la aparición de incontables voceros de todo tipo. Muchos de ellos son maestros del ruido, la distorsión y la manipulación que medran en dichas redes auspiciados en la distancia, el anonimato o el pandilleo 2.0. La mayoría de las veces son individuos poco dotados intelectualmente pero muy hábiles en la estratagema verbal. Parece que saben de lo que hablan, aunque lo suyo sólo es la fachada del cambalache. Otros, más preparados y peligrosos, hacen lo mismo pero con más elegancia y discreción. 

No obstante, en todos ellos podemos encontrar algunas pautas que nos pueden ayudar a detectarlos:

  1. Suelen abusar de citas y atribuciones falsas, sabiendo que nos da pereza contrastarlas.
  2. Llevan sus símiles y comparaciones al absurdo, buscando a la vez un objetivo emocional y la distracción sobre el tema principal.
  3. Defienden y repiten eslóganes, lemas y frases hechas una y otra vez hasta el agotamiento de su interlocutor. 
  4. Invaden el terreno privado, utilizando el ataque personal y la crítica hacia cualquier aspecto de su víctima, aunque no tenga nada que ver con el asunto que se trata.
  5. Acosan, insultan y amenazan cuando su oponente muestra firmeza.
  6. Huyen de los datos o, cuando los usan, los tergiversan para reforzar su mensaje.
  7. Realizan floridas promesas vacías de sustancia e insostenibles.
  8. Mienten, directamente, por acción u omisión.  

A un manipulador se le responde con paciencia (ojo, no es infinita), datos, sensatez y, por qué no, ironía y sentido del humor. Debemos intentar ser naturales en la discrepancia, decir "por aquí no paso" cuando se precise y despedir e ignorar cumplidamente al individuo antes de que llegue a hartarnos. Se trata de defender con convicción y serenidad nuestras ideas mientras nos rebotan todas sus argucias. 

Les aseguro que el manipulador acabará, o echándose atrás y respetando nuestro espacio intelectual, o bien dejándonos en paz mientras busca otras víctimas propiciatorias. 

Resumiendo: ante la manipulación, civilización. Suerte.

Siempre hay alguien que te dice lo que debes hacer, ya no existe el silencio, en todas partes hay ruido; si tú no estás con tus propios pensamientos, cómo vas a entender el sentido de las cosas, es imposible. Vivimos bajo una manipulación perversa, muy sutil.
— Susanna Tamaro

Pecados profesionales: la pereza

Nota: entrada del 4/12/2009 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

El sacerdote y filósofo español Jaime Luciano Balmes (1810-1848) escribió que la pereza, es decir, la pasión de la inacción, tiene, para triunfar, una ventaja sobre las demás pasiones, y es que no exige nada. En el mismo sentido, el escritor Samuel Beckett (1906-1989) afirmó que no existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza. 

La pereza es un defecto muy extendido, pero a su vez tiene fácil remedio. Basta con sacudirnos la negligencia, el tedio o el descuido en el cumplimiento de nuestros deberes para ser capaces de llegar a lo más alto.

Ante la pereza, voluntad:

La voluntad es la joya de la corona de la conducta. La voluntad es aquella disposición para querer algo y ponerse a buscarlo en esa dirección.

Hay una distinción que me parece muy interesante y es la diferencia entre desear y querer. Desear es pretender algo desde el punto de vista pasajero. Depende de sensaciones exteriores y responde a mecanismos que se disparan con una cierta inmediatez. Tiene que ver con la determinación, la firmeza, el verse motivado por algo y avanzar en esa dirección. El deseo se da más en las personas poco maduras, mientras que el querer se da en aquellas que tienen una solidez más rocosa.

Voluntad es elegir y elegir es anunciar y renunciar. La voluntad consiste en preferir. Se trata de la capacidad para ponerse metas concretas y luchar por conseguirlas. Deberíamos ser capaces de tener una especie de tabla de ejercicios de gimnasia de voluntad: ahora hago esto sin gana porque es mi obligación y después me aplico en esa otra tarea porque es bueno para mí y más tarde hago aquello otro porque sé que hará de mí un hombre o mujer de una pieza. La costumbre de vencerme en lo pequeño. En una palabra, la victoria sobre sí mismo.

El hombre inferior vive aferrado a lo inmediato, al deseo momentáneo que tira de él al sentirse estimulado por su presencia. Mientras que el hombre superior se proyecta hacia delante sacrificando lo inmediato por lo mediato.

Toda educación empieza y termina por la voluntad.
— Enrique Rojas

En estos tiempos difíciles no nos queda otra opción que ponernos manos a la obra. No cabe la congelación de la voluntad, el abandono de nuestra condición de seres activos y emprendedores.

Así que, ¡fuera telarañas!



Pecados profesionales: la ira

Nota: entrada del 10/12/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

Escribía Arthur Schopenhauer que la ira no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos.

La ira es un defecto grave que sepulta el liderazgo. Es muy humana, razón por la cual resulta tan difícil de dominar, aunque se puede aprender a hacerlo. Escribo “se puede” y debería decir “se debe”. La compleja configuración de un buen equipo de trabajo o la motivación de nuestros subordinados pueden irse al traste con un solo arrebato, algo que no nos podemos permitir.

Todas nuestras virtudes, todas nuestras razones objetivas, se diluyen en ese instante irascible, que nos vuelve vulnerables y nos desprestigia ante jefes y empleados. El coste personal y económico que debemos pagar por ello es muy considerable, y constituye un grave desperdicio. Sin embargo, no debemos confundir dicha ira con la tensión y exigencia que todo mando debe transmitir a su equipo.

Tampoco debemos esconder el enojo que podamos sentir ante una incompetencia o un mal resultado. Se trata de exteriorizar de manera sosegada y proactiva esa energía repentina, sin buscar culpables inmediatos ni clamar por nuestra mala suerte. Y por supuesto, sin vociferar por los despachos o golpear el mobiliario. 

El mejor camino para dominar la ira es el conocimiento de uno mismo, porque nos permite anticiparla y obrar en consecuencia. El grado de autocontrol depende mucho de cada carácter, pero siempre es posible seguir unos sencillos consejos para evitar arrebatos coléricos o minimizar daños:

  • La sabia recomendación tradicional de "contar hasta diez". Hasta 100 si es necesario. Un silencio imperturbable es a menudo mucho más efectivo que un arranque de rabia.  
  • Si el conteo paciente no surte efecto, puede ser una buena idea desaparecer del lugar por unos minutos.
  • Siempre hay que tratar de ponerse en el sitio de quienes van a sufrir nuestro enfado.
  • Reconvertir la energía irascible en empuje positivo para corregir el error y motivar a quien lo haya cometido.
  • NUNCA personalizar...
  • ... y disculparnos al instante si hemos lastimado a nuestros interlocutores.

Aunque ya se sabe, it's much easier said than done.



Pecados profesionales: la soberbia

Nota: entrada del 6/12/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

Decía San Agustín"la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano".

De todos los defectos de un profesional exitoso, la soberbia es uno de los más comunes y más difícil de reconocer y evitar. El Diccionario de la Lengua Española la define como "altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros"  y también como "satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás". Estamos hablando, pues, de esa persona que cree que sólo su trabajo es valioso, que todo lo que le antecede es malo, que la única verdad sustantiva es la suya y que los demás siempre están equivocados. ¿Cuántos jefes o compañeros conocen que alguna vez se hayan comportado así? ¿Y cuantas veces hemos caído nosotros mismos en ese comportamiento?

Hace tiempo estudié el caso de un ejecutivo brillante y ambicioso que, recién llegado a la empresa, consiguió en pocos meses desmantelar un proceso de mejora que había costado casi dos años finalizar. Con un prestigioso máster bajo el brazo y convencido de la irrefutable validez de su estrategia, entró como elefante en una cacharrería y desbarató la organización entera. No respetó ni estudió el trabajo de su antecesor ni atendió a sus subordinados, no se preocupó por analizar las fortalezas y debilidades de un negocio que desconocía y gestionó su perseguido cambio de forma deplorable. Los resultados cayeron en picado, se destrozó el equipo humano y él acabó despedido.

Daño para la empresa, daño para las personas, tiempo y dinero desperdiciado... todo ello hubiera podido evitarse con menos soberbia y más sensatez

Estar alerta y saber escuchar son requisitos imprescindibles para cualquier profesional.

  • Estar alerta: ser curiosos, autocríticos e imaginativos para someter nuestro juicio a contrastes sistemáticos y así poder asegurarnos de que la realidad es tal como es y no como nosotros la consideramos. Ejercer la duda constructiva.
  • Saber escuchar: siempre, a compañeros y subordinados, para reconocer otras lógicas, mejores métodos, nuevas ideas o sugerencias originales.

Contra la soberbia, en fin, humildad. Debemos reconocer nuestras propias limitaciones, en el convencimiento de que casi nada se puede conseguir en solitario. Por no decir nada.  

Ahora bien, tal y como apostillaba mi admirado Quevedo, "más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla". Así que, si en algún momento me ven flaquear, les ruego que me lo hagan saber con toda la confianza que me merecen.