Colin Powell: unas reglas de liderazgo con mucho sentido común

Hace un par de días analizando temas económicos con uno de mis jefes, cuando advertí sobre su mesa un tríptico en español cuyo título me llamó la atención: "Las 13 reglas de Colin Powell". Lo cogí, lo miré por encima y, como el contenido me resultó interesante, se lo pedí prestado para leer. Después, ya curioseando por Internet, me he enterado de que se trata de una lista muy popular de recomendaciones, todas ellas llenas de sensatez. Merece la pena revisarlas y pensar en ellas.

1. No es tan malo como piensas. Lo verás mejor por la mañana.

Y aunque no ocurra así, esta mentalidad de detenernos a reflexionar y a visualizar una mejora en medio del mayor agobio, cuando todo nos parece más negro que que una tarjeta corporativa de consejero de Caja Madrid, abre el camino de posibles soluciones. O al menos facilita el enfoque adecuado para buscarlas.

2. Enfádate, pero supéralo.
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No debemos esconder el enojo que podamos sentir ante una incompetencia o un mal resultado, pero hay que evitar dejarnos llevar por la ira y gestionar dicho enfado en nuestro favor. Recomponernos y seguir adelante.

3. Evita acercar demasiado tu ego a tu opinión, no vaya a ser que cuando tu opinión no se sostenga, tu ego tampoco.

Corolario: debate abiertamente tus opiniones con tus subordinados y escucha constructivamente lo que tienen que aportar. Una vez considerados sus puntos de vista, toma una decisión y hazla cumplir. En caso de discrepancias, cabe recordar la regla número 2.

4. Se puede hacer.

Ojo: estamos hablando de actitudes, no de realidades. Si al final los hechos nos desmienten, no nos obcequemos. Ser optimista no significa ser estúpido.

5. Ten cuidado con lo que eliges. Puedes acabar consiguiéndolo.

Dicho en otras palabras: vive con tus elecciones. Hay malas elecciones que puedes arreglar, otras no. De nuevo, recurre a la regla número 2 y supéralo.

6. No dejes que los hechos adversos se interpongan en el camino de una buena decisión.

Ello requiere enfoque, capacidad de análisis, criterio propio y valentía

7. No puedes tomar las decisiones que corresponden a otro. Por la misma razón, no debes dejar que otros decidan por ti.

Cristalino: gobierna lo que esté en tu mano, sé responsable de tus propios actos y respeta el ámbito de decisión de los demás.

8. Ocúpate de las cosas pequeñas.

El éxito de cualquier proyecto reside siempre en la correcta ejecución de los pequeños detalles.  

9. Comparte los méritos.

Reconoce el mérito de cada uno, y agradece personalmente su aportación. Del mismo modo, discute cara a cara con los responsables de directos del fracaso de una actividad: por qué ocurrió y qué puede hacerse para arreglarlo. Se trata de aprender y seguir adelante. Y para los quejosos, de nuevo, la regla número 2.

10. Mantén la calma, Sé cordial.

La calma es una de las actitudes más difíciles de mantener durante una crisis. Exige mucho entrenamiento y grandes dosis de disciplina interna, pero tener un jefe que no pierde ni la compostura ni el buen trato en los momentos críticos es una garantía para cualquier equipo.

11. Ten visión. Sé exigente.

Tener un propósito y compartirlo con tu equipo de trabajo es un requisito imprescindible para cualquier proyecto que funcione. La voluntad y la exigencia en la persecución de ese propósito son el combustible del equipo. 

12. No dejes que tus miedos ni los miedos de tu gente te controlen.

Tener miedo es completamente humano, pero condicionar tus acciones a ese miedo y mostrarlo públicamente a tu equipo no es una opción. 

13. El optimismo continuado es un multiplicador de fuerza.

El optimismo no conduce a nada si no se acompaña con sólidos fundamentos y acciones sustanciales, pero proporciona el marco adecuado de confianza y actitud en cualquier equipo. Todo discurre siempre MUCHO MEJOR con el ánimo bien dispuesto y una sonrisa.

Pecados profesionales: la pereza

Nota: entrada del 4/12/2009 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

El sacerdote y filósofo español Jaime Luciano Balmes (1810-1848) escribió que la pereza, es decir, la pasión de la inacción, tiene, para triunfar, una ventaja sobre las demás pasiones, y es que no exige nada. En el mismo sentido, el escritor Samuel Beckett (1906-1989) afirmó que no existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza. 

La pereza es un defecto muy extendido, pero a su vez tiene fácil remedio. Basta con sacudirnos la negligencia, el tedio o el descuido en el cumplimiento de nuestros deberes para ser capaces de llegar a lo más alto.

Ante la pereza, voluntad:

La voluntad es la joya de la corona de la conducta. La voluntad es aquella disposición para querer algo y ponerse a buscarlo en esa dirección.

Hay una distinción que me parece muy interesante y es la diferencia entre desear y querer. Desear es pretender algo desde el punto de vista pasajero. Depende de sensaciones exteriores y responde a mecanismos que se disparan con una cierta inmediatez. Tiene que ver con la determinación, la firmeza, el verse motivado por algo y avanzar en esa dirección. El deseo se da más en las personas poco maduras, mientras que el querer se da en aquellas que tienen una solidez más rocosa.

Voluntad es elegir y elegir es anunciar y renunciar. La voluntad consiste en preferir. Se trata de la capacidad para ponerse metas concretas y luchar por conseguirlas. Deberíamos ser capaces de tener una especie de tabla de ejercicios de gimnasia de voluntad: ahora hago esto sin gana porque es mi obligación y después me aplico en esa otra tarea porque es bueno para mí y más tarde hago aquello otro porque sé que hará de mí un hombre o mujer de una pieza. La costumbre de vencerme en lo pequeño. En una palabra, la victoria sobre sí mismo.

El hombre inferior vive aferrado a lo inmediato, al deseo momentáneo que tira de él al sentirse estimulado por su presencia. Mientras que el hombre superior se proyecta hacia delante sacrificando lo inmediato por lo mediato.

Toda educación empieza y termina por la voluntad.
— Enrique Rojas

En estos tiempos difíciles no nos queda otra opción que ponernos manos a la obra. No cabe la congelación de la voluntad, el abandono de nuestra condición de seres activos y emprendedores.

Así que, ¡fuera telarañas!



Pecados profesionales: la ira

Nota: entrada del 10/12/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

Escribía Arthur Schopenhauer que la ira no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos.

La ira es un defecto grave que sepulta el liderazgo. Es muy humana, razón por la cual resulta tan difícil de dominar, aunque se puede aprender a hacerlo. Escribo “se puede” y debería decir “se debe”. La compleja configuración de un buen equipo de trabajo o la motivación de nuestros subordinados pueden irse al traste con un solo arrebato, algo que no nos podemos permitir.

Todas nuestras virtudes, todas nuestras razones objetivas, se diluyen en ese instante irascible, que nos vuelve vulnerables y nos desprestigia ante jefes y empleados. El coste personal y económico que debemos pagar por ello es muy considerable, y constituye un grave desperdicio. Sin embargo, no debemos confundir dicha ira con la tensión y exigencia que todo mando debe transmitir a su equipo.

Tampoco debemos esconder el enojo que podamos sentir ante una incompetencia o un mal resultado. Se trata de exteriorizar de manera sosegada y proactiva esa energía repentina, sin buscar culpables inmediatos ni clamar por nuestra mala suerte. Y por supuesto, sin vociferar por los despachos o golpear el mobiliario. 

El mejor camino para dominar la ira es el conocimiento de uno mismo, porque nos permite anticiparla y obrar en consecuencia. El grado de autocontrol depende mucho de cada carácter, pero siempre es posible seguir unos sencillos consejos para evitar arrebatos coléricos o minimizar daños:

  • La sabia recomendación tradicional de "contar hasta diez". Hasta 100 si es necesario. Un silencio imperturbable es a menudo mucho más efectivo que un arranque de rabia.  
  • Si el conteo paciente no surte efecto, puede ser una buena idea desaparecer del lugar por unos minutos.
  • Siempre hay que tratar de ponerse en el sitio de quienes van a sufrir nuestro enfado.
  • Reconvertir la energía irascible en empuje positivo para corregir el error y motivar a quien lo haya cometido.
  • NUNCA personalizar...
  • ... y disculparnos al instante si hemos lastimado a nuestros interlocutores.

Aunque ya se sabe, it's much easier said than done.



Antes de subirnos a la nube del liderazgo, seamos buenos jefes, por favor

Nota: Entrada del 07.04.2012 recuperada de mi antiguo blog

Hay palabras que saturan por exceso de uso y por defecto de práctica: liderazgo, excelencia, sinergia, visión... Todas ellas quedan muy bien en los manuales de gestión, y todavía mejor resaltadas con letras capitulares en una presentación de Power Point, pero no dejan de ser palabras trampa que retratan a quienes las pronuncian en vano, algo que suele ocurrir demasiadas veces. Exigen compromiso y ejemplaridad, no marketing. 

A todo el mundo, por ejemplo, se le llena la boca con el liderazgo (aproximadamente 36.200.000 resultados en Google en 0,6 segundos). Es la vaca sagrada de los recursos humanos, el tótem que todo directivo debe adorar. No buscamos jefes, perseguimos líderes. Ser buen gestor no es suficiente, tienes que liderar a tu grupo. Mucho mejor: tienes que liderarlo maximizando sinergias en busca de la excelencia. De ahí pasamos a elucubrar sobre si el líder nace o se hace y a revisar las mil y una técnicas para forjar líderes que tanto dinero hacen ganar a consultores y autores de libros demanagement. De hecho, si uno lee con detenimiento y espíritu crítico muchos de esos trabajos, comprobará que se halla ante un eterno refrito de consignas que van mutando de nombre y envoltorio. No deberíamos sorprendernos por ello; es el signo de los tiempos.

El liderazgo, como tantas otras cualidades, no es más que la aplicación exquisita de la sensatez y la honestidad en el trato de las personas que dirigimos, con una regla de oro: no hacer a nuestros subordinados lo que no dejaríamos que ellos nos hicieran a nosotros. Todas las demás recomendaciones, nada novedosas, derivan de esta máxima. A saber:

  • Bajar del pedestal y hablar, preguntar, conocer a las personas a nuestro cargo.
  • Disponer siempre de tiempo para escuchar lo que nuestra gente tenga que decirnos. Ese tiempo resultará siempre una inversión segura.
  • Explicar de forma clara y comprensible nuestras intenciones y órdenes. Claridad de expresión significa claridad de pensamiento.
  • No tomar decisiones sin reflexionar o informarse. La gran mayoría de nuestro trabajo diario no exige de nosotros urgencias inmediatas. Pensemos.
  • Controlar nuestras reacciones. Esto es, el clásico "contar hasta 10". Hasta 100, si hace falta. Un arrebato de ira, de pánico o de inconsistencia no beneficia a nadie.
  • Ser consecuentes: hacer lo que se dice y decir lo que se hace. Y ello empieza por exigirnos al máximo a nosotros mismos.
  • Ser siempre responsables: nuestra responsabilidad como jefes es ineludible e indelegable. Podemos delegar la autoridad, pero nunca la responsabilidad. Los errores del equipo son nuestros errores y los éxitos deben atribuirse a quienes colaboraron en su consecución.

Podemos denominar estas sensatas reglas de buen proceder como queramos, o disfrazarlas de llamativos términos anglosajones. Si conseguimos llevarlas a cabo seremos buenos jefes. Y me da que de ser buen jefe a ser buen líder sólo hay un leve toque de maquillaje, por mucha literatura empresarial que queramos interponer.

Si quieres cambiar el mundo, empieza por hacer tu cama

Nota: Entrada del 21.06.2014 recuperada de mi antiguo blog

Una costumbre muy arraigada en los Estados Unidos es la de los "commencement address", discursos que se dan a los alumnos que obtienen su graduación, tanto en la universidad (college) como en un instituto (high school). Para pronunciar dichos discursos, la institución educativa invita a un personaje notable por sus logros, ya sean del mundo de la política, los negocios, la eduación, la ciencia, las artes o, como en este caso, el mundo militar. Todos los años se pronuncian cientos de "commencement address", algunos de ellos memorables, destinados a inspirar e iluminar el futuro de los recién graduados mediante el ejemplo vital de la personalidad invitada. De todos los que he podido escuchar este año, sin duda me quedo con que pronunció el Almirante William McRaven el pasado mes de mayo durante la ceremonia de graduación de la Universidad de Texas en Austin.  

Mc Raven es el actual Comandante del Mando de Operaciones Especiales de los Estados Unidos (USSOCOM), y dirigió la operación "Neptune Spear", que condujo a la localización y muerte de Osama bin Laden. En su discurso, compartió con los alumnos las lecciones vitales extraidas de su experiencia como Navy Seal, una de las unidades de operaciones especiales más exigentes del mundo. Se trata de una intervención directa, sucinta (apenas 20 minutos), clara y muy emocionante sobre la capacidad que todos tenemos para cambiar el mundo. Para el Almirante Mc Raven, todo empieza por un acto tan simple como hacer tu propia cama, tarea que cada amanecer, sin excusa, debía realizar a la perfeccióndurante su entrenamiento como "Seal":

"Si haces tu cama cada mañana, habrás completado la primera tarea del día. Te proporcionará una pequeña sensación de orgullo y te animará a realizar otra tarea y otra y otra. Al final de la jornada, una tarea finalizada se habrá convertido en muchas otras tareas finalizadas. Hacer tu cama refuerza también el convencimiento de que, en la vida, las pequeñas cosas importan. Si no puedes hacer bien las cosas pequeñas, nunca harás bien las grandes. Y si por casualidad has tenido un día horrible, regresarás a casa y te acostarás en una cama bien hecha (que tú has hecho), y esa cama te está diciendo que mañana todo irá mejor. Si quieres cambiar el mundo, empieza por hacer tu cama".

Esta fantástica reflexión constituye el primer punto de un decálogo que podemos resumir así:

1. Si quieres cambiar el mundo, empieza por hacer tu cama. Haz bien las cosas pequeñas para poder hacer bien las grandes.

2.No puedes cambiar el mundo tú solo. Si quieres cambiar el mundo, busca gente que lo haga contigo.

3. Si quieres cambiar el mundo, mide a las personas por el tamaño de su corazón.

4. Si quieres cambiar el mundo, recupérate de los fracasos y sigue adelante.

5. Si quieres cambiar el mundo, no tengas miedo de las situaciones más comprometidas, difíciles ni avergonzantes. La vida está llena de ellas.

6. Si quieres cambiar el mundo, a veces tienes que arriesgarte y ponerte en cabeza.

7. Si quieres cambiar el mundo, nunca retrocedas ante los tiburones que quieran avasallarte.

8. Si quieres cambiar el mundo, debes ofrecer lo mejor de ti mismo en los momentos más oscuros.

9. Si quieres cambiar el mundo, empieza a cantar cuando estés cubierto de barro hasta el cuello. Nunca subestimes el poder de la esperanza. 

10. Si quieres cambiar el mundo, nunca, jamás, te rindas.

Una magnífica lección vital ¿no les parece?