La Pizarra de Bart: sobre la naturaleza del dinero
Dedicado a tertulianos y políticos presuntos "expertos" en economía...
PD: significado de fungible ;-)
Dedicado a tertulianos y políticos presuntos "expertos" en economía...
PD: significado de fungible ;-)
Unas palabras anotadas en mi viejo Moleskine, en recuerdo de las víctimas de la barbarie cometida hoy en Francia, y de tantos otros caídos en nombre de fanatismos religiosos o políticos.
Reniego de la muerte sin sentido,
del sordo cataclismo de odio negro,
de tanto cuerpo roto y sueño yerto,
de pánicos, sirenas y ruido.
Reniego del terror encallecido
de la sangre que tiñe suelo y cielo,
del atroz fanatismo sin remedio
que engendra al ignorante y asesino.
Un clamor de existencias amputadas
reclama la justicia del infierno
a todos los que hoy sobrevivimos.
Una sopa de rabia envenenada
que busca la venganza sin consuelo:
es la trampa mortal del enemigo.
Las jugarretas que nos hace la mente en la toma de decisiones financieras son numerosas, y resulta útil conocerlas.
En mi blog sobre finanzas éticas y responsables sigo reflexionando sobre este tema, continuando la serie iniciada con "Construyendo un margen de seguridad financiera para el futuro". Esta vez, el contenido del post se centra en la aversión a la pérdida como enorme condicionante psicológico:
Cada año que empieza renovamos largas listas de propósitos que muy pronto acaban arrinconadas y que ni siquiera nos molestamos en verificar una vez transcurridos los 365 reglamentarios días.
El problema con tales listas es que la euforia de cada nuevo comienzo, si no es debidamente contrastada con nuestros errores u omisiones pasados, nos lleva una y otra vez a un ilusorio punto de partida. Por esta razón, sugiero reducir el catálogo de buenas intenciones y reforzar nuestra voluntad para su cumplimiento.
Aquí va mi propuesta:
Ah, y como siempre les digo: aunque el ascenso sea duro, Never Surrender.
Que tengan un muy potente y voluntarioso comienzo de año.
crisis.
(Del lat. crisis, y este del gr. κρίσις).
1. f. Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente.
2. f. Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales.
3. f. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.
4. f. Momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes.
5. f. Juicio que se hace de algo después de haberlo examinado cuidadosamente.
7. f. Situación dificultosa o complicada.
Si atendemos a las definiciones que el Diccionario de la lengua española ofrece sobre la palabra "crisis" comprobamos que ninguna tiene tintes catastróficos ni implica un final necesariamente negativo. La mayoría incide en el concepto de momento decisivo, punto de inflexión u ocasión de cambio. Y así es como debemos entender estos tiempos difíciles: como un reto a superar y una oportunidad de mejora.
Los obstáculos vividos durante estos últimos años han puesto en relieve nuestras grandes debilidades e ineficiencias. Sabemos de sobra lo que hicimos mal y hemos tenido innumerables ocasiones de analizar y corregir tales errore. En definitiva, esta crisis (que algunos imprudentes ya dan por superada) debería señalarnos el camino adecuado.
¿Cómo se traduce esta reflexión en consejos prácticos? Sin ánimo de pontificar, la sensatez debería llevarnos a:
Así que, queridos lectores y amigos, relajen ese gesto crispado, y dispongan su mejor ánimo para este 2015 que empieza. Que no les falte salud, voluntad, valentía, honradez, amistad y amor. Aquí me tendrán para departir y compartir reflexiones o cualquier otro menester que requieran.
Never Surrender. Su entusiasta anfitrión.
PD: Este blog estará, como su autor, de merecidas vacaciones hasta después de la entrada de año.
Desde el calor del hogar, les deseo unas felices fiestas.
Háganme el favor: consuman con moderación, inviertan con sentido pero derrochen todo el amor posible. Sean generosos sin esperar nada, olviden la puñetera crisis, recuerden a los menos afortunados y esperen siempre lo mejor del futuro.
Y ya saben: ésta es su casa. Hace mucho frío ahí fuera, así que pasen, pasen...
“El amor es la única mercancía del mundo cuyo saldo funciona de forma inversa, cuanto más das, más tienes. Desgraciadamente no se puede comprar ni perseguir. La mejor manera de obtenerlo es ofreciéndolo en abundancia, y siendo honesto y feliz.”
Hace unos días compartí con ustedes un ejemplo de cómo NO debe escribirse un artículo sobre finanzas, a propósito de una reflexión de Antonio de Miguel ("Escribir textos económicos comprensibles es posible y más necesario que nunca").
Hoy, para compensar, quisiera recomendarles un artículo que ejemplifica todo lo contrario. Se trata de una entrada recientemente publicada bajo seudónimo en el blog Nada es Gratis, con el título de "La política económica como Dios manda". Un post brillante, ameno y muy bien trabajado, que cumple con los requisitos que Antonio de Miguel reclama para cualquier texto económico:
“Para escribir un texto económico bueno, que cale en el lector, que le abra la mente a los conceptos es necesario ilustrar, manejar acertadamente las metáforas, las comparaciones… y los demás instrumentos del lenguaje que convierten un escrito en literario. Quienes escriben de economía y finanzas deben esforzarse en dotarles de ritmo, de cadencia y de una estructura consecuente que, como el estribillo de una canción, se cuele en la cabeza del lector. Sin olvidar su fin último: la didáctica.”
Disfruten con su lectura. Trabajos así son difíciles de encontrar en la divulgación económica cotidiana.
Hace unos días, mi apreciado Antonio de Miguel escribió un excelente artículo en su blog En el Fondo de mi Bolsillo, titulado "Escribir textos económicos comprensibles es posible y más necesario que nunca". Antonio comenzaba su entrada con esta afirmación que comparto en su totalidad:
“Lo normal es que los escritos de economía sean aburridos, redactados en una jerga incomprensible. Las exposiciones que pueblan diarios, libros, páginas webs y blogs financieros se amparan en el academicismo más rancio. Suelen estar repletos de tecnicismos oscuros, ajenos al más común del lenguaje ciudadano. También adolecen de un exceso de anglicismos y de conceptos reducidos a siglas casi jeroglíficas.
Resultado: El lector al que queremos interesar, seducir o convencer se cansa antes de terminar.”
Ayer encontré en Cotizalia un ejemplo perfecto de este tipo de textos al que se refiere Antonio. Se titula "Los Pilares de la Inversión" y está escrito por Daniel J. Ivascyn, Group Chief Investment Officer en PIMCO, al que supongo un gran experto en inversión pero que resulta un desastre en divulgación financiera escrita.
Si el artículo original en inglés es ya de por sí un monumento a la inanidad, la horrísona traducción al español termina por dar la puntilla al texto, convirtiéndolo en un "publireportaje cabalístico sin edición ni corrección mínima de estilo", como tan bien comentó Imma Turbau en mi timeline de Twitter. Para muestra, un botón:
“El pasado mes de mayo actualizamos nuestras perspectivas a través de la expresión de La Nueva Neutral, con la que sintetizamos nuestra hipótesis de unos tipos de interés oficiales neutrales más bajos en todo el mundo desarrollado, que seguirán brindando un importante anclaje a la valoración secular de todas las clases de activos. No obstante, será inevitable que se produzcan desviaciones cíclicas en torno a la neutral, por lo que resultará igualmente crítico comprender cómo divergen las tendencias de crecimiento e inflación de unas regiones a otras.”
¿Se puede transmitir menos con tantas palabras? Si el autor del artículo y Cotizalia perseguían algún objetivo concreto con su publicación, nos gustaría saber cuál es, aparte de provocar la estupefacción y la huida del lector.
Siguiendo con Antonio de Miguel:
“Los buenos textos de economía tienen que beberse sin esfuerzo, paladearse con gusto en la mente del lector. Tienen que dar la sensación de que se han escrito sin sudor, igual que cuando degustamos un buen vino no percibimos el meticuloso trabajo de maduración que lleva la uva previamente.
De la misma forma, la materia prima de un buen caldo financiero, las palabras, tienen que pasar por un selectivo proceso maduración. Deben llevar la impronta del enólogo. Ese toque personal que hace que ese escrito sobre finanzas sea distinto de los demás, alejando toda duda al lector de que se ha utilizado “copia y pega” de jerga improductiva.
Resultado: Escribir bien de economía o finanzas, en correcto español, es posible y se puede aprender.”
Esperemos que el señor Ivascyn se de por enterado para próximas comunicaciones. En cualquier caso, basta con que empiece a tomar lecciones de los mejores. De hecho, tiene a uno de ellos en su casa.
Una de las falacias conceptuales más clamorosas del debate económico actual consiste en repetir hasta la saciedad que la austeridad implica necesariamente recortes en servicios públicos esenciales, olvidando que todas las playas se han ido formando grano a grano. El agujero de las cuentas públicas y el imparable crecimiento de la deuda, también: el despilfarro se acumula en organismos inútiles, inanidades funcionales y dispendios innecesarios, que repetidos y multiplicados por horas, días y españoles acaban formando una enorme e incontrolable bola.
Siempre que tengo ocasión recomiendo una joya del sentido común empresarial, el "Manual Contra el Despilfarro" que Rafael del Pino, fundador de Ferrovial, publicó en julio de 1962 y en el que enseñaba a sus directivos como luchar contra “ese dragón de siete cabezas que se infiltra por todas partes (…), ese devorador de las empresas”. Devorador de empresas y de estados, añadiría yo.
Hay una idea fundamental que subyace en ese magnífico documento, y Del Pino la expresa muy bien: “no hay despilfarro pequeño, pues una misma forma se repite muchas veces y tiende siempre a aumentar, por lo que pronto adquiere caracteres de importancia”.
Tal razonamiento es válido para todos los órdenes de la vida económica, pública o privada. Coincido con el autor en que la lucha contra el despilfarro no se compone sólo de recetas adhoc, sino que se trata más de un "estado de ánimo", esto es, de una disposición ética hacia la sensatez y la austeridad, entendida esta (DRAE) como cualidad de austero: "sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes". Algo que casa muy mal con la naturaleza artificiosa del discurso político dominante, proclive al exceso y a solucionar los problemas tirando de chequera ciudadana.
Alguna de las recomendaciones del manual son perfectamente aplicables a la gestión de los recursos públicos. Hagamos un breve repaso a las mismas:
1) Cuando cualquiera de las administraciones decida prestar un servicio público, sus responsables deberían tener en cuenta:
2) Los bienes públicos, obtenidos a través de impuestos, constituyen un verdadero tesoro para nuestra sociedad. Como escribe del Pino: "esto ya es una definición completa, y todo un programa". Los cargos políticos y los funcionarios deberían tenerlo en cuenta a la hora de manejarlos, y obrar como un cajero cuidadoso con aquellos caudales que no son suyos. Pero también los ciudadanos deben utilizar los bienes y servicios públicos de forma cívica y responsable. Es una cuestión de derechos, pero también de deberes.
3) Los servicios inútiles, accesorios o duplicados deben eliminarse de inmediato. Cuestan dinero, tiempo y esfuerzo, y no rinden utilidad alguna al ciudadano.
4) Cuando una administración contrata, debe elegir siempre el medio más económico. "Y como tal no se entienda siempre el más barato, sino aquel que resulta más adecuado a las circunstancias del caso".
5) Además de utilidad, la productividad de los medios públicos y de los funcionarios resulta asimismo un factor clave. Si tenemos recursos materiales y humanos ociosos estaremos despilfarrando salarios, intereses del capital público invertido y amortizaciones fijas. Cuanto mayor sea la productividad de dichos recursos menor será el coste de los servicios prestados. Esto es válido para todo tipo de prestación: educación, sanidad, defensa, seguridad, etc. Por ello, los responsables públicos deben velar por tener sus administraciones "bien engrasadas", vigilar constantemente su rendimiento y estudiar sus ineficiencias.
La realidad es que durante décadas nos hemos contentado con un manejo rutinario y burocrático de nuestros recursos, que ha coartado cualquier posibilidad de mejora. Si todas las administraciones públicas trabajaran intensamente en los cinco aspectos que acabamos de enunciar, otro gallo económico nos cantaría ahora.
Citando de nuevo a Don Rafael, disponer de una organización modélica es la mejor arma contra el despilfarro:
"Con un personal celoso y competente, la negligencia es rara y ocasional y por ello no ha de generar mucho despilfarro. Pero si la organización es deficiente; aún no habiendo negligencia se producirá despilfarro, que las más de las veces pasará inadvertido. Una buena organización es la mejor arma para el despilfarro, pues no dejará rincones oscuros donde pueda aquel disimularse. Inversamente, una buena organización hace casi imposible la existencia de negligencias, ya que éstas son pronto puestas de manifiesto y a la luz del día".
Y yo me pregunto (y seguro que ustedes también): ¿a qué siglo estamos esperando?