Ensayo y error

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Hace tiempo publiqué una entrada dedicada a la incapacidad de las diferentes teorías económicas para resolver los problemas actuales. Escribía entonces que es necesario desechar viejas fórmulas y pensar diferente. Las teorías económicas "que funcionaban", tal y como las conocemos, han muerto. El período económico que conocemos viene a ser como la era de los dinosaurios: falta saber si la extinción será lenta o llegará por un cataclismo.

Quizás deberíamos aparcar por un momento las pretensiones macroeconómicas y bajar al terreno de soluciones menos ambiciosas pero factibles en el ámbito educativo, laboral, empresarial y normativo. Buscar pequeños efectos que actúen como catalizadores positivos y generen experiencias a imitar. Las acciones modestas pero persistentes dan resultados en el corto plazo y promueven nuevas acciones. Son, además, relativamente sencillas de ajustar y corregir.

En este sentido, una aproximación del tipo ensayo y error puede ser mucho más efectiva que las grandilocuencias a las que nos tienen acostumbrados los políticos de turno. No en vano es la manera en que la raza humana ha ido evolucionando durante siglos. Como dijo Ralph Nader , "tu mejor maestro es tu último error". A este respecto, les recomiendo encarecidamente escuchar este breve y magnífica charla sobre la cuestión que les acabo de plantear: "Ensayo, error y el complejo de Dios" Ah, y por favor: no se rindan, nunca.

Juventud y aprendizaje: el ejemplo de los EEUU

Los programas de aprendizaje, que están recibiendo gran impulso en EEUU, son clave para luchar contra la “titulación sin empleabilidad”. El 87% de los aprendices USA obtienen empleo después de completar sus programas, con un salario inicial promedio mayor de 50.000 dólares. En 2015, más de 197.500 personas entraron en programas formales de aprendizaje en USA y más de 50.000 se graduaron y certificaron. Actualmente, hay unos 448.000 aprendices formándose en Estados Unidos, en todos los sectores. Un ejemplo a seguir sobre el que reflexiono en mi último artículo de Domestica Tu Economía.

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Empeñarse en el error

No hay nada más peligroso en finanzas que empeñarse en el error.

A menudo lo hacemos por un exceso de soberbia, temeraria para cualquier ejecutivo, pero la mayoría de las veces es consecuencia de nuestra propia psicología, que tiende a ser conservadora.

Matteo Motterlini, en su excelente y muy recomendable libro "Economía emocional - En qué nos gastamos el dinero y por qué -" (Paidos, 2008) lo explica muy bien. Se trata de la trampa de los costes ocultos

Nuestra propensión al conservadurismo a veces no sólo es manifiesta, sino también perjudicial. Por ejemplo, cuando nos empeñamos en una mala inversión sólo por el hecho de que ya hemos invertido mucho. Esta vez eres el administrador delegado de una conocida multinacional de la confección que ha invertido 10 millones de euros para proyectar unas revolucionarias zapatillas de deportes inteligentes, capaces de autorregularse en función del tipo de terreno y de las características del usuario. Cuando el proyecto está completado al 80%, te enteras de que otra empresa, también importante, ya está comercializando unas zapatillas con las mismas características, que funcionan mejor y cuestan menos de laas que tú quisieras producir.

Pregunta: ¿inviertes el restante 20% para acabar el proyecto?

Cerca del 85% de los sujetos que se han sometido a este experimento han respondido de manera afirmativa. Gastaría lo necesario para no dejar el proyecto incompleto, si bien el producto no tiene ninguna de probabilidad de competir con el rival y la inversión no puede generar más que un mayor despilfarro de dinero. Pero si se reproduce el mismo escenario poniendo a cero los costes anteriores y se pregunta quién estaría dispuesto a poner 2 millones de euros para proyectar un producto nítidamente inferior a uno rival, el porcentaje de aquellos que invertirían el propio dinero cae drásticamente. Éstos determinan, de manera correcta, la propia estrategia en base a los costes y los beneficios futuros.

Pero entonces ¿por qué en el primer caso nos dejamos condicionar por los gastos pasados? Evidentemente por la incapacidad de tomar nota de un fracaso.

Un fenómeno mucho más difundido de lo que se cree. Merece la pena pensar en ello ¿no les parece?