Barcelona: Seguridad Razonable Versus Riesgos Inaceptables

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He querido dejar pasar un tiempo razonable desde los ataques de Barcelona y Cambrils por necesidad de duelo y homenaje a las víctimas, que merecen un análisis más pausado y respetuoso de lo ocurrido. El día del atentado, no obstante, dejé anotados unos apuntes sobre el incidente en mi timeline de Twitter para esta reflexión posterior, que considero absolutamente necesaria. Son comentarios nacidos de la perplejidad y la rabia contenida, pero que sigo suscribiendo punto por punto, ante el casi convencimiento de que se hubiera podido hacer algo más para, si no evitar, reducir el impacto de la masacre.

Una vez recuperado del estupor, que no del dolor, y comprobado que familiares y amigos de mi ciudad natal se encontraban a salvo, mi siguiente pensamiento fue el expresado en el tuit anterior. La protección de las grandes zonas peatonales urbanas es un tema que me preocupa y que sigo muy de cerca, porque como ciudadano me concierne. En primer lugar, vivo en Bruselas, otra urbe golpeada duramente por el terrorismo y donde la amenaza resulta, si cabe, todavía más evidente que en mi querida Barcelona. Asimismo, viajo a menudo por capitales europeas, algunas de ellas también atacadas, y más de una vez. Finalmente, la seguridad y defensa es una de mis áreas de conocimiento. Las medidas de protección pasiva son algo habitual en mi mundo.

Con tales mimbres, tal vez puedan comprender mejor mi especial susceptibilidad sobre la cuestión, sentimiento agravado por las declaraciones de algunos personajes públicos y, sobre todo, del Conseller d'Interior de la Generalitat, el señor Joaquim Forn i Chiariello. Preguntado por Carlos Alsina en su programa matinal Más de Uno sobre la inexistencia de bolardos u otras barreras que hubieran podido detener la furgoneta asesina, el señor Forn apuntó que lo descartaron porque no tenía sentido y que “no servía” para prevenir atentados porque literalmente “habría que cubrir toda la ciudad” con dichos dispositivos. Y se quedó tal cual. Por otro lado, el Ayuntamiento de Barcelona, con su verbosa alcaldesa a la cabeza, ha hecho mutis por el foro con el tema. No toca ni tocará.

El problema es que el argumento del Conseller resulta impropio de un cargo de su entidad, y sólo puede pasar desapercibido entre ciudadanos desinformados o apáticos, que no se molestan en profundizar en la sustancia de lo que dicen sus dirigentes. Lo primero que deberíamos recordar es que el uso de vehículos para atentar masivamente contra personas resulta algo ya demasiado habitual para no haber reaccionado a estas alturas. En los últimos 13 meses han ocurrido ataques de este tipo en Francia, Alemania, Suecia y Reino Unido, con muchas víctimas. La colocación de barreras físicas tales como bolardos (fijos, retráctiles o desmontables), grandes jardineras, vallas de cemento o similares, es una medida que se está implantando en diversas ciudades europeas.  No podemos argumentar, por tanto, que no estábamos avisados y que no existían precedentes a seguir.

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Es más, el pasado 20 de diciembre de 2016 la Comisaría General de Seguridad Ciudadana de la Dirección General de la Policía (Ministerio del Interior) envió un comunicado a todas las comunidades autónomas para indicar a los ayuntamientos que tomaran medidas concretas de prevención ante un posible atentado yihadista durante las Navidades. En la misiva se instaba a “establecer medidas de protección física que impidan ataques de similares características en lugares de alta concurrencia de personas”, apuntando que “se debería llevar a cabo por los Ayuntamientos mediante la instalación provisional de grandes maceteros o bolardos en los accesos”. La carta, como informó en su día El Periódico, “no gustó en Cataluña”. Recomiendo leer la noticia y las explicaciones, dan que pensar. El caso es que al final se descartó la instalación de barreras permanentes en ubicaciones clave, por motivos que todavía no consigo entender. Resultado: Las Ramblas no contaban con esos dispositivos de protección pasiva durante el fatídico 17 de agosto de 2017.

No pretendo afirmar con ello que el atentado se hubiera evitado, ni mucho menos, pero los terroristas hubieran dispuesto sin duda de MENOS alternativas. Como contaba un testigo de los hechos, desde Plaza Cataluña, la única dificultad que encontró la furgoneta Fiat Talento fue un bordillo bajo. Una vez en Las Ramblas, circuló por el carril central, esquivando los laterales para no chocar contra Canaletas, los quioscos de prensa o los puestos de flores. Casi 800 metros sin otros obstáculos que los malhadados viandantes.

De todas formas, para ser ecuánimes, lo descrito no sólo ha ocurrido en Barcelona. Justo después del atentado barcelonés, en la calle Preciados y otras áreas peatonales de Madrid aparecieron, casi como por arte de magia, jardineras disuasorias donde horas antes sólo había un espacio tan despejado y franco como el de Las Ramblas. Esto es, las recomendaciones de Interior no sólo quedaron en saco roto en Cataluña. De nuevo, silencio en la Comunidad y Ayuntamiento madrileños, por no hablar de los medios. En los próximos días, cabe esperar razonables medidas similares otras ciudades españolas. El refrán de las barbas del vecino se nos queda corto. Reactividad frente a proactividad.

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En este punto, debemos entrar en el argumento principal que aducía don Joaquim Forn (y otros) en sus declaraciones. En efecto, resulta IMPOSIBLE y también económicamente inasumible proteger con bolardos TODAS las vías peatonales de ciudades tan activas y populosas como Barcelona o Madrid. Y aunque se pudiera, no evitaría la posible ocurrencia de atentados de otro tipo. Pero ello no debería impedirnos actuar de forma selectiva, haciendo análisis sistemáticos de riesgos por zonas, teniendo en cuenta los antecedentes conocidos, la probabilidad de ocurrencia de un ataque de este tipo en la zona considerada y las consecuencias (impacto) de dicho incidente. Tales elementos se expresan gráficamente en una matriz de riesgos que cualquier lector puede entender:

El esfuerzo principal de las acciones correctoras debe enfocarse en el rectángulo inferior derecho de la matriz, con un doble objetivo: primero, reducir al máximo la probabilidad de ocurrencia (que nunca será cero) y, segundo, minimizar las consecuencias. Esta es la principal razón, y no otra, de instalar protecciones en zonas escogidas como las Ramblas o Preciados. Sabemos sobradamente que son objetivos muy apetecibles para los terroristas, por la facilidad que presentan para hacer daño con una inversión modesta y sin apenas planificación. Sabemos que lo han intentado y conseguido en el pasado. Sabemos también que, de alcanzar su propósito, las consecuencias conocidas en términos de pérdidas de vidas humanas, propagación del terror y publicidad mundial son incalculables. Invertir en esas protecciones tiene un coste infinitesimal si lo comparamos con el inmenso daño que pueden evitar, mucho más si lo contrastamos con la naturaleza, cantidad y dimensión económica de otras inciertas partidas de gasto público. 

Argumentar que las defensas pasivas fomentan el miedo y la inquietud en los ciudadanos es risible. Oponer la incomodidad de su existencia y defender la suficiencia de otras medidas, como la vigilancia y la concienciación ciudadanas, resulta totalmente insuficiente. No existe, bajo mi punto de vista, razón técnica ni económica para no efectuar una instalación selectiva basada en un buen análisis de riesgos. Los argumentos en contra que he podido escuchar y leer mientras escribía la presente entrada siguen provocándome sonrojo e indignación.

Por supuesto, no me corresponde a mí exigir explicaciones ni dirimir el papel de unos y otros en estos momentos tan duros. Soy un simple analista. Cada uno sabrá la cuota decisoria que le corresponde en este drama, y en estos momentos la unidad es más importante que los reproches. Por ello pienso que lo prioritario, además de reconfortar a las víctimas y a sus allegados, es extraer lecciones inmediatas de lo ocurrido y adoptar medidas correctivas para remediar las carencias detectadas, aunque para algunos ya sea tarde.

Unidad, coordinación e intercambio de información e inteligencia entre todos los responsables de nuestra seguridad y FCSE, en todos los ámbitos de la administración y más allá de la lucha política, suponen el único camino posible. La consecución de una seguridad razonable no debe nunca hacerse a costa de la asunción de riesgos inaceptables, cuya minimización nos cuesta mucho menos que una campaña electoral y cuya negación puede acabar pagándose con mucho dolor.

Y por favor: no nos tomen por tontos.

Fútbol, bombas e instrumentos financieros: la historia del "traderrista" de Dortmund.

La noche del pasado martes 11 de abril se produjo un ataque con explosivos al paso del autobús que transportaba a los jugadores del Borussia de Dortmund cuando se dirigían a su estadio para disputar un partido de la Champions. La autoría del atentado,  en el que resultó herido el jugador español del equipo, Marc Bartra, apuntaba inicialmente al terrorismo islamista (con pistas falsas y fake news incluidas), hasta que las investigaciones han conducido a la detención de un ciudadano germano-ruso, un tal Sergej W, cuya motivación nada tenía que ver con el radicalismo yihadista.

Por lo visto, la intención del tal Sergej era provocar una muy fuerte caída de las acciones del Dortmund, por las que había apostado previamente a la baja usando un instrumento financiero,  una operación que le hubiera reportado pingües beneficios de no haber sido bloqueada por los responsables de su entidad financiera, que olieron a chamusquina y lo comunicaron a las autoridades. Jugando con las palabras, bien podemos decir que se trató de un acto "traderrista" en toda regla.

Malas explicaciones

Una de las cosas que más me han llamado la atención sobre la noticia, es la pobre cobertura que ha tenido en la prensa, incluso la en económica. Cierto es que el tema es complejo de explicar para los no iniciados, pero hubiera merecido la pena un mayor esfuerzo didáctico para describir los detalles económicos a los lectores; estoy convencido que a muchos les hubiera interesado.

Ejemplo de explicación defectuosa lo tenemos en un artículo de OK Diario, que mientras estoy redactando este post todavía sigue sin modificar, pese haber sido avisados hace más de 24 horas. El autor realiza un voluntarioso y encomiable esfuerzo por contar lo ocurrido de la mejor forma posible, pero en el camino se empantana notablemente y acaba confundiendo hasta el título: 

La explicación que se ofrece en el diario sobre la maquinación económica del atacante, con citación de "experto" incluida, resulta, cuando menos, confusa. La redacción tampoco ayuda:

Repasando conceptos básicos: el short selling.

En los mercados financieros, cualquier inversor puede apostar a la baja por un determinado valor (acciones, títulos de deuda pública o corportativa...).  Típicamente, ello se consigue mediante posiciones de “venta corta” (short selling). En ellas, el inversor toma prestados títulos de un determinado mercado de valores (stock loan) para luego ofrecerlos a la venta con la intención de recomprarlos a menor precio (covering) en el futuro, devolviendo en ese momento los títulos al prestamista (y embolsándose la ganancia). Esta operación se facilita todavía más si ni siquiera se piden prestados los títulos (naked short selling).

En nuestra historia,  el tal Sergej quería "ponerse corto" contra las acciones del Borussia Dortmund con todo el dinero que pudiera obtener (un crédito de 79.000€, según el Consejero de Interior de North Rhine-Westphalia) y sacar tajada de la eventual caída de cotización producida por su ataque con bombas. Sin embargo, en lugar de utilizar short selling, recurrió a otro instrumento financiero más sofisticado, los llamados put warrants o derechos de ventas de acciones.

Cómo funciona un put warrant

Un put warrant es un derivado financiero que concede a su titular el derecho a vender un determinado número de títulos de un activo financiero a un precio establecido (strike price) hasta una fecha tope (expiry date). En el caso que nos ocupa se trata de acciones, pero los derechos de venta también pueden referirse a materias primas, divisas o incluso índices bursátiles. A diferencia de una opción put, que es un instrumento propio del mercado de valoresun warrant lo comercializa una empresa. Es la empresa que finalmente proporciona los valores asociados al warrant, no el tenedor de las acciones. La mejor manera de intentar explicar su funcionamiento es mediante un ejemplo muy simplificado con números (el gráfico que acompaña al ejemplo ha sido obtenido de esta página y modificado por el autor).

Supongamos que usted adquiere un put warrant por valor de 1$, que le da el derecho de vender una acción de la empresa X a un precio establecido de 30$. La acción de X, en este momento, se halla en 35$. Por su conocimiento del mercado o simplemente porque necesita protegerse, usted piensa que la cotización de X podría ir la baja antes de la fecha de expiración del derecho, unas semanas después.

Si la cotización de las acciones de X finalmente se desploma por debajo de 30$, debe estar muy atento. Mientras la acción se halle entre 30$ y 29$, usted ya podría ejecutar el put warrant y efectuar la venta, pero todavía con pérdidas. Digamos por ejemplo que la acción está a 29,5$ cuando decide vender. La ganancia que obtiene por la venta es 30$ (lo pactado) menos 29,5$ (la cotización actual de la acción, lo que se paga por ella), esto es, 0,5$. Pero a ese resultado positivo debe todavía restarle el coste del put warrant (1$), por lo que realmente pierde -0,5$ (= 0,5$-1$).

Sin emabrgo, en cuanto la cotización caiga por debajo de los 29$ (límite denominado breakeven point, punto de ruptura), todo lo que se obtenga por la venta de las acciones se traduce en ganancias, mayores cuanto mayor sea la pérdida de valor de los títulos (la zona azul del gráfico). 

Imagine por un momento (insisto, estamos en un caso hipotético y muy simplificado) que hubiera adquirido 75.000$ en put warrants (a 1$ cada uno), y que decide ejecutar su derecho antes de vencimiento porque el precio de la acción se ha desplomado hasta los 15$. Hagamos cálculos...

  1. Put warrants, número de unidades: 75.000 (a 1$ cada una)
  2. Strike price: 30$
  3. Importe obtenido al ejecutar la venta: 75.000 x 30$ = 2.250.000$
  4. Cotización de X al ejecutar los puts: 15$
  5. Valor de las acciones a la venta: 75.000 x 15$ = 1.125.000$
  6. Ganancia total: 2.250.000$ - 1.125.000$ - 75000$ = 1.050.000$

En definitiva, con 75.000$ ha conseguido usted embolsarse la friolera de 1.050.000$ netos del ala. Ganancia que todavía hubiera podido ser más elevada con un mayor desplome de los títulos. Eso es precisamente lo que pretendía conseguir el atacante de Dortmund. Se estima que, de haberle salido bien la jugada, hubiese podido ganar más de 3 millones de euros. No obstante, la maniobra estaba destinada al fracaso, dada su palmaria desconexión con la realidad: resulta casi imposible emitir warrants (un derivado muy específico) por nominales tan altos sin llamar la atención de la entidad emisora, y mucho menos en este caso. 

Muchos lectores pueden preguntarse qué ocurriría en nuestro ejemplo si las acciones no bajaran durante el período de validez del derecho. La respuesta es fácil: usted NO ejecutaría el put warrant, y perdería los 75.000$ con los que compró los derechos de venta. Una pérdida sustancial, pero contenida. 

Moraleja

En definitiva, el "traderrista" germano-ruso se montó una auténtica película de Hollywood, que hubiera podido acabar en tragedia. Se creyó el más listo de la clase, pero en su peligrosa fantasía olvidó que siempre hay gente más preparada y profesional que sabe hacer su trabajo. Bien por la policía alemana y bien por los responsables de la entidad financiera que ataron cabos.   

En cuanto a los periodistas económicos, cabría recordarles que divulgar adecuadamente supone a menudo tiempo y esfuerzo, y que en ese difícil proceso de divulgación, el escritor siempre es el primero que debe aprender. Como decía Einstein: 

"Si no puedes explicarlo de manera sencilla, es que no lo has entendido lo suficientemente bien".  

Nota a las 17:30 del 23/04/2017: Borja Jiménez, autor del artículo de OK Diario mencionado en esta entrada, ha corregido y ajustado finalmente su texto, agradeciendo las explicaciones aquí efectuadas, gesto que le honra y que demuestra profesionalidad y saber estar. Asimismo, ha aprovechado para mencionar algunas cantidades de mis cálculos en las que había puesto euros en lugar de dólares. En este caso, me toca a mí agradecérselo. 

La trampa

Reniego de la muerte sin sentido,
del sordo cataclismo de odio negro,
de tanto cuerpo roto y sueño yerto,
de pánicos, sirenas y de ruido.

Reniego del terror encallecido,
de la sangre que tiñe suelo y cielo,
del atroz fanatismo sin remedio
que engendra al ignorante y asesino.

Un clamor de existencias amputadas
reclama la justicia del infierno
a todos los que hoy sobrevivimos.

Una sopa de rabia envenenada
que busca la venganza sin consuelo:
es la trampa mortal del enemigo.

Tout le courage, l'âme et la force, mes frères en France

Reniego de la muerte sin sentido

Unas palabras anotadas en mi viejo Moleskine, en recuerdo de las víctimas de la barbarie cometida hoy en Francia, y de tantos otros caídos en nombre de fanatismos religiosos o políticos.

Reniego de la muerte sin sentido,
del sordo cataclismo de odio negro,
de tanto cuerpo roto y sueño yerto,
de pánicos, sirenas y ruido.

Reniego del terror encallecido
de la sangre que tiñe suelo y cielo,
del atroz fanatismo sin remedio
que engendra al ignorante y asesino. 

Un clamor de existencias amputadas
reclama la justicia del infierno
a todos los que hoy sobrevivimos.

Una sopa de rabia envenenada
que busca la venganza sin consuelo:
es la trampa mortal del enemigo.