Auditar los programas electorales: una iniciativa posible

La idea de cuantificar el impacto macro y microeconómico de las iniciativas políticas incluidas en los programas electorales ha sido abordada en algunos países, con mayor o menor intensidad y resultados dispares pero muy interesantes, de los que se pueden extraer valiosas lecciones.

Nada parece impedir que en España podamos disfrutar de un sistema parecido. Mi primer artículo en Agenda Pública desarrolla este tema y propone posibles esquemas de actuación.

Leer el artículo completo: ¿Y SI AUDITAMOS LOS PROGRAMAS ECONÓMICOS ELECTORALES?

Crónicas Trumpistas

Hace dos semanas empecé una nueva sección de análisis en el digital Ecoonomía, dedicada a la realidad socieconómica norteamericana tas la llegada del presidente Trump. En la sección, denominada "Crónicas Trumpistas", pretendo ofrecer una visión más racional y menos desapasionada sobre un tema que hace correr ríos de tinta, no todo lo honesta que debería.

En esta cuestión, me sumo a una excelente reflexión del National Review, en el sentido  de que el mejor trabajo que puede hacer el periodismo sobre la presidencia de Trump es informar con veracidad. Poco más. No hace falta ni inventar, ni manipular, ni exagerar. Es caer en el mismo juego que uno pretende desenmascarar.

Pueden seguir las Crónicas Trumpistas en este enlace.

Sistema de pensiones y futuro: por qué ahorrar para la jubilación es imprescindible

En 2030, España será el cuarto país del mundo con mayor edad media: 50,1 años frente a 33,1 a nivel global. El 25,6% de la población española superará los 65 años. En el camino, además, perderemos población, aumentará la tasa de dependencia y el gasto en pensiones puede hacer inviable al actual sistema, de no adoptarse sustanciales reformas.

Piensen ustedes en este dato a la hora de intentar comprender cómo afectará al sistema de pensiones. En 30 años puede que acabe habiendo más jubilados que trabajadores. En mi nuevo artículo de Domestica Tu Economía reflexiono sobre esta relevante cuestión, destacando el papel que el ahorro tiene para nuestro futuro.

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La zozobra del pequeño ahorrador en un mundo de intereses negativos (II)

El pasado mes de diciembre empezamos a reflexionar en Domestica Tu Economía sobre el impacto que un panorama de intereses negativos o cercanos al cero ha tenido y tiene en nuestras finanzas personales. El reciente entorno económico de masivas expansiones monetarias y reducciones sucesivas de tipos nominales ha puesto las cosas realmente difíciles a quienes pretenden obtener un rendimiento económico aceptable de sus ahorros.

Ante esta situación, nos preguntábamos dónde podríamos ubicar nuestros pequeños ahorros en este mundo de intereses negativos o cero, descartando en un principio la opción de guardar el dinero bajo el colchón, puesto que no resulta sencillo ni barato mantener de forma segura efectivo en nuestro poder. Así pues, ¿qué alternativas nos quedan? En esta segunda parte analizamos algunas opciones...

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Italy and Spain: a tale of two countries

I've just published a new article in the Elcano Royal Institute, together with my dear colleague @_combarro_. We thought that it is worth analysing the socio-economic trends in Italy and Spain, that appears to be divergent. Ultimately the aim is to find out whether Spain’s better performance is structural or merely temporary. A closer look at the evolution of key indicators in both countries may help better understand transalpine realities.

Read the full article here.

Libertad Económica… y mucho más (Índice Sintetia 2016)

¿Qué determina que existan culturas más libres, más ricas, más atractivas? ¿Son mejores porque son más ricas o son más ricas porque son mejores? ¿Cómo se puede cambiar o mejorar un país entero? 

En Sintetia hemos actualizado nuestro propio índice de libertad económica, ampliando el ejercicio analítico que iniciamos y más tarde pulimos en 2014. El top 10 de nuestro ranking 2016 es el siguiente: 

Pueden consultar la metodología y la clasificación completa en este enlace.

La zozobra del pequeño ahorrador en un mundo de intereses negativos

Hace un año inicié en Sintetia una serie de artículos de política monetaria sobre la actuación de los bancos centrales en las últimas décadas. Empezaba mi recorrido resumiendo el estado de situación de una economía en la que estos bancos centrales han adquirido un enorme protagonismo, de tal forma que sus continuas intervenciones, primero convencionales y luego “extraordinarias”, se han convertido en el pan económico nuestro de todos los días. Si bien su papel durante la gestión de la gran crisis financiera fue clave, al evitar un colapso en la liquidez del sistema que sin duda hubiera agravado la depresión, resulta más dudosa su eficacia para propiciar el regreso al crecimiento, la creación de empleo, el desapalancamiento global, la disminución del riesgo del sector financiero, la sostenibilidad de las finanzas públicas y los desequilibrios estructurales de los estados.

Mi nuevo artículo en Domestica Tu Economía trata sobre el impacto que este panorama de intereses cercanos al cero o negativos ha tenido y tiene para sus ahorros, esos que tanto cuesta ganar y tan pronto se evaporan

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La insoportable levedad del lenguaje económico en la política

Las implicaciones cuánticas del lenguaje político, especialmente cuando se adentra en el territorio económico, son innegables: la concreción desaparece, las órbitas de la veracidad se convierten en nubes borrosas e indefinidas, y una cosa y su contraria resultan posibles.

Hemos escuchado a infinidad de políticos lanzar promesas basadas en humo, hacer números imposibles, insitir en su compromiso de "lucha" contra ese gigante llamado crisis (como si fuere algo ajeno de lo que no formaran parte) y repetir hasta la saciedad que todos (o algunos) deben "afrontar sacrificios" para derrotarlo. Desde luego, muchos ciudadanos hubieran preferido oír algo así como "esto y lo otro es lo que vamos a hacer y nos va a costar tanto en tiempo y dinero y requerirá tales y cuales sacrificios por parte de fulano y zutano...".

Más duro ha sido comprobar que lo que "no estaba en la agenda" se ha anotado en ella apresuradamente y perpetrado sin dilación. Lo que "en absoluto podía ser" ahora no sólo ha resultado posible sino necesario y recomendable. Lo antaño denostado ahora es virtuoso, y se nos vende como algo bueno para el porvenir. Sí pero no pero todo lo contrario.

Nunca tanto como en estos tiempos han sido los políticos narradores y hacedores del devenir económico. Son como ese "autor", muy cuántico, al que se refería mi colega Fernando Castelló en un magnífico artículo suyo titulado "Si Gaarder fuese economista":

"Desarrollamos erráticos comportamientos (demanda, producción, ahorro, inversión), a partir de los estímulos que ese autor narra por nosotros, como personajes de esa gran obra que está escribiendo".

En el caso que nos ocupa, se trata de una obra bastante pobre, repleta de errores e intereses que trascienden con creces el tantas veces aducido bien común. En un contexto donde la información sobre el dinero es más valiosa que el dinero en sí, en el que dicha información viaja además en tiempo real y se amplifica en la cacofonía de las redes sociales, el poder conformador o destructor del lenguaje es enorme. Ello exige de nuestros dirigentes sencillez y concreción en sus manifestaciones. Cuestiones concretas planteando resultados concretos y contrastables, no cuánticos.

En un ensayo antológico ("Politics and The English Language"), George Orwell reflexionaba sobre el mal uso de la lengua inglesa:

"La dejadez de nuestro lenguaje contribuye fácilmente a que tengamos pensamientos estúpidos".

Todo ello es perfectamente aplicable a nuestro maltratado lenguaje económico. Y añado yo: cuando dichos pensamientos corresponden a quenes pretenden gobernar nuestro país, los ciudadanos corren un serio peligro.

Los efectos nocivos de una subida generalizada del salario mínimo en España

Hace unos días tuve el placer de darles a conocer a mi paisano Iván Aguilar, joven y brillante economista liberal y "thinknomic" de pro, traduciendo y compartiendo con ustedes un magnífico artículo suyo titulado "Más tecnología y menos construcción" , que tuvo muy buena acogida por mis lectores y por mis seguidores en Twitter.

Iván forma parte también de "Catalans Lliures", grupo de afanosos liberales catalanes independentistas que defienden, según sus palabras, "los valores de la libertad, la autonomía personal, la diversidad, la pluralidad, la ayuda mutua, el progreso, la paz y la tolerancia", elementos indispensables de lo que para ellos debería ser su anhelado "Estado Catalán", aunque para mí son valores universales y deseables para cualquier nación. De hecho, su ejercicio en Cataluña, muy pobre, no supone, por mucho que ellos lo deseen, un hecho diferencial con el resto de España. Unos y otros andamos escasos de valores liberales. Y creer, visto el presente percal, que en una Cataluña independiente ese espacio liberal tendría más cabida que en España , me parece cuando menos ingenuo. Pero ya se sabe, la juventud... 

No obstante, y con independencia de lo que yo pueda pensar sobre unicornios secesionistas, lo que escribe este grupo de jóvenes sobradamente preparados tiene mucho sentido y calidad, como por ejemplo el magnífico trabajo que hoy traduzco y comparto con ustedes sobre el salario mínimo. 

Temporalidad y salarios bajos

Lo primero que se analiza en el artículo es la definición de precariedad:

La precariedad del mercado laboral español estaría ligada a los salarios bajos de los trabajos poco cualificados. Pero precisamente el objetivo de la devaluación salarial que ha experimentado la economía española en los últimos años ha sido bajar los salarios para ganar competitividad. La precariedad, pues, no viene dada por los salarios bajos, sino por el exceso de contratos temporales y el gran número de horas no remuneradas. Echemos un vistazo al impacto del salario mínimo antes y después de la Gran Recesión en los contratos nuevos a tiempo completo en España (la línea vertical es el salario mínimo):
(Figura 1: Distribución de los salarios en los nuevos contratos a tiempo completo en España (2007 y 2012). Fuente: Marcel Jansen.)
Como se puede comprobar, la incidencia del SMI a tiempo completo es irrelevante. Vemos que la devaluación salarial en estos contratos ha desplazado la distribución salarial ligeramente hacia salarios inferiores.  Ahora añadimos los nuevos contratos a tiempo parcial: 
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(Figura 2: Distribución de los nuevos contratos a tiempo completo y parcial en España (2007 y 2012). Fuente: Marcel Jansen)
Como se puede apreciar en la Figura 2, el escenario cambia radicalmente. Vemos como el número de contratos a la izquierda del salario mínimo ha aumentado dramáticamente. Estos trabajadores son contratados a cambio de hacer horas no remuneradas o infraremuneradas en dinero B. El incremento de estos contratos hace bajar el salario nominal, justamente el objetivo de la devaluación salarial. ¿Quiere decir esto que el objetivo es aumentar la precariedad? No, no y no.
Cuando un Estado tiene moneda propia, las devaluaciones salariales se hacen vía tipo de cambio. Los trabajadores cobran el mismo salario pero las importaciones son más caras, de modo que se produce una pérdida generalizada de poder adquisitivo (es decir, caen los salarios reales). Este efecto se compensa a medio plazo con el incremento de exportaciones (mejora de la competitividad). Como algunos recordarán, en España este mecanismo fue ampliamente usado a principios de la década de los noventa.
En una Unión Monetaria (UM), sin embargo, no es posible devaluar la moneda, así que la devaluación se produce íntegramente vía salarios nominales. ¿Cuál es el problema? Pues que una bajada de los salarios nominales manteniendo intacto el SMI (o haciendo microsubidas) implica, de facto, un incremento importante del SMI relativo entre ambos períodos.
En una UM, pues, es obligado bajar el SMI cuando se opta por una devaluación salarial. En la Figura 2, esto equivale a desplazar la línea del SMI hacia la izquierda, lo que permite ajustar productividad y salarios y, consecuentemente, resulta innecesario obligar a hacer horas no remuneradas para ser contratado. En una UM, el equivalente a devaluar la moneda sin bajar el SMI sería limitar las exportaciones. Si miramos la proporción del SMI sobre la moda del salario nominal legal, veremos que éste ha aumentado entre 2007 y 2012. Por tanto, es incuestionable que el SMI relativo ha aumentado. Es por ello que los estudios sobre salario mínimo de Estados con autonomía monetaria no son aplicables a los Estados que forman parte de Uniones Monetarias, como es el caso del español. Por lo menos, hay que ser extremadamente cuidadoso a la hora de extrapolar.

Efectos no deseados. 

Tras su brillante introducción, Iván y sus colaboradores pasan a describirnos de manera cristalina los efectos perniciosos de una subida relativa del SMI con respecto a los salarios nominales:

La subida del SMI relativo provoca la aparición de economía sumergida, vía horas no remuneradas y reducciones de jornadas remuneradas. Las consecuencias son dramáticas: aumento de la rigidez, menor contratación, caída en picado de la recaudación y aumento del gasto público. Todo esto lo hemos vivido. Aumentar el SMI, por tanto, llevaría asociados aumentos en la temporalidad y, ergo, un incremento de la precariedad. Cuanto mayor sea el aumento, más graves serán las consecuencias. Ahora bien, como se distribuye esta precariedad?
Dos colectivos son especialmente sensibles: inmigrantes y jóvenes (...) 
El efecto del salario mínimo sobre el paro juvenil está tan ampliamente documentado que incluso hay consenso entre los especialistas: el SMI aumenta el paro juvenil y no tiene ningún efecto sobre el abandono escolar. La solución para reducir el impacto negativo del salario mínimo sobre el paro juvenil es introducir un salario mínimo para jóvenes sensiblemente inferior al normal, como recientemente ha propuesto el economista Marcel Jensen (ver artículo aquí). 
Actualmente, ¿qué incentivos tiene un empresario para invertir en la formación de un joven? Es mucho más eficiente, y genera más valor añadido bruto, contratar un adulto, sea inmigrante o no. Reducir el SMI para jóvenes, más que la reducción del SMI para adultos, permitiría que la empresa invirtiera en la formación de estos jóvenes, que más adelante podrían competir con los adultos. En trabajos intensivos en baja formación, la competencia se produce en las habilidades. Un adulto tiene más habilidades que un joven, sencillamente porque tiene más experiencia. Hay muchos países que aplican esta estructura dual de SMI, escalando progresivamente el salario mínimo para los jóvenes a medida que ganan experiencia. Es el caso de los Países Bajos (caso paradigmático), el Reino Unido, Francia o Estados Unidos.
(...) La teoría (y la evidencia empírica) dice que el abandono escolar es sensible a la variación del salario nominal relativo; es decir, cuando el salario de los que no tienen Bachillerato cambia respecto a los trabajadores con Bachillerato. La relación es negativa: cuando el salario de nivel educativo más bajo aumenta respecto al inmediatamente superior, el abandono escolar cae. El SMI es una medida absoluta, no relativa, del salario nominal. 
Los primeros estudios que se publicaron sobre la cuestión, entre ellos uno de Mattila y Orazi (...) indican que un salario mínimo más alto provoca un aumento en el número de escolarizaciones. Sin embargo, con el tiempo, la mayoría de estudios han apuntado hacia la teoría contraria. David Neumark, un economista de referencia en el ámbito del salario mínimo, ha estudiado la cuestión en Estados Unidos con varios autores. En esta tabla, extraída de su libro, se pueden observar los resultados de sus investigaciones.
Resumiendo: los resultados indican que un salario mínimo más alto reduce la probabilidad de que aquellos jóvenes que trabajan y estudian a la vez conserven esta situación, e incrementa la probabilidad de que terminen dejando la escuela para trabajar, o se conviertan ni-nis (intenten encontrar trabajo , sin éxito). Con el incremento del SMI también se reducen las probabilidades de que aquellos jóvenes que trabajan y que ya no van a la escuela vuelvan a escolarizarse, y por otro lado aumenta la probabilidad de que se conviertan ni-nis. Por último, los ni-nis ven aumentadas sus probabilidades de seguir siéndolo una vez se sube el salario mínimo.
(...)
Aumentar el salario mínimo mantendría o aumentaría el abandono escolar y aumentaría el paro juvenil, exactamente lo que ha pasado durante la Gran Recesión (el SMI ha aumentado de facto, y lo que se necesitaba era bajarlo, no mantenerlo). Millones de trabajadores cobrarían lo mismo pero trabajarían muchas menos horas. Miles de jóvenes hubieran reducido el tiempo necesario para encontrar su primer trabajo.
Respecto al tema de la inmigración, ésta aumenta cuando la demanda de trabajo (empresas) desborda la oferta (trabajadores), que es exactamente lo que ha pasado, ya que durante la burbuja el empleo creció por encima de la población:

(Figura 3: Evolución de la población, población ocupada y población activa en España (2002 hasta 2016). Índice 100 = 2002. Fuente: INE. )

Rigideces

El autor destaca en la parte final de su trabajo un factor tan importante como el de la rigidez de los mercados laborales. Así:

El consenso entre especialistas es que en economías avanzadas (los emergentes son otra historia), los mercados de trabajo rígidos generan lo que llamaríamos el "Asimetría del Terror": en ciclos expansivos la creación se modera y en ciclos recesivos la destrucción es explosiva ; en lugar de ajustar vía despidos, se cierran empresas enteras.
Aumentar el SMI no tiene ningún argumento a favor en España y sí un montón en contra de que, por motivos de extensión, no comentaremos. España (y Cataluña) tiene un mercado excesivamente rígido; lo que hay es reducir la rigidez, no aumentarla. Volviendo al gráfico de contratos a tiempo completo y tiempo parcial (Figuras 1 y 2), si se traslada el SMI hacia la derecha y se calcula el área entre los dos SMI (el viejo y el nuevo) se podrá cuantificar el aumento de la precariedad y las horas no remuneradas.
Un reciente trabajo sobre el impacto del aumento del paro da resultados típicos de mercados laborales rígidos. El aumento del paro impacta negativamente en el rendimiento escolar. Además, el impacto es mucho mayor si el parado es de edad avanzada, típico de los contratos completos indefinidos con grandes indemnizaciones. No hay ninguna indemnización que compense los problemas sobre el rendimiento escolar o de salud mental asociados en paro. Para estos parados, la única solución es un trabajo. Por ello, muchas socialdemocracias sencillamente han eliminado las indemnizaciones y también el salario mínimo centralizado. La excepción son los Países Bajos, que introdujo un salario mínimo juvenil de 515 €.
La reducción de la temporalidad es tan necesaria como el aumento de la parcialidad. El camino para lograrlo no es inventarse teorías que no existen, sino adoptar las medidas que sabemos que funcionan. Esto pasa por: reducir el salario mínimo, introducir un SMI para jóvenes, abrir fronteras y acoger refugiados, hacer una reforma institucional que reduzca la corrupción de partidos y sindicatos y reducir las indemnizaciones.

Para ello, como bien concluyen Iván y su equipo, debemos invertir directamente en protección social y "no en líneas de metro, tranvías, AVEs o carreteras infrautilizadas y que impactan negativamente en la productividad del trabajo y los salarios", reduciendo a su vez las barreras al comercio.

¿Qué piensan ustedes? A mí, francamente, me parecen unas propuestas sensatas y excelentemente documentadas, que cualquier gobierno responsable debería considerar.

Economía: de Teoría en Teoría y Juego a Ver si me Toca la Lotería

Samuel Brittan es uno de mis columnistas preferidos del Financial Times. Sus artículos, con los que se puede o no estar de acuerdo, son siempre interesantes e instructivos, y están magníficamente construidos y escritos. Para quienes no le conocen, recomiendo la lectura de "Against The Flow: Reflections of an Individualist", compendio de reflexiones de un muy ilustrado escéptico racional.

Hoy he recuperado un antiguo artículo suyo que sigue siendo tan actual como cuando se escribió, allá en 2012, " Why the world economy is still spluttering away ", en el que el autor efectuaba una revisión de las diversas aproximaciones teóricas esgrimidas como solución para la crisis. Aproximaciones que los políticos han ido haciendo suyas, pero a su manera, con desasosegantes resultados. Como afiladamente escribió Jesús Fernández-Villaverde en Nada es Gratis :

"Los políticos son peores de lo que nos imaginamos incluso una vez hemos tenido en cuenta que los políticos son peores de lo que nos imaginamos".

Les propongo un ejercicio: seguir el mismo razonamiento que Brittan hizo entonces. A ver dónde nos lleva...

Teorizando

El autor detectaba entonces la renovada vigencia de aquella "ley psicológica" formulada por Keynes (sí, de nuevo él) según la cual los cambios en la tasa de consumo siguen, en general, la misma dirección (aunque a menor ritmo) que los cambios en la tasa de ingresos (renta). Ello genera un gap entre la producción potencial y la real . La respuesta fácil a este hecho en estos últimos años ha sido atribuir tal diferencia a China, donde una enorme proporción de sus ingresos nacionales se ha dedicado mayoritariamente al ahorro en lugar de canalizarse hacia su economía doméstica.

Cabe reseñar, no obstante, que China sólo es una más entre un amplio abanico de naciones "altamente ahorradoras". ¿Cómo puede el mundo resolver este desequilibrio sustancial? Algunos afirman que generando oportunidades de inversión suficientes para absorber ese exceso de ahorro . Muy bonito en el papel, pero tales oportunidades no surgen de la nada.

Los economistas "clásicos"dirían, por otra parte, que lo mejor es seguir una política de bajísimos tipos de interés, lo que estimula la inversión y disuade el ahorro . Una política que, como estamos comprobando en nuestras propias carnes, no tienen los fantásticos resultados esperados. Tanto entidades financieras como inversores institucionales y particulares se lanzaron a la caza de rendimientos a todo trance, mediante una cadena de endeudamiento global que nos estalló y nos volverá a estallar en la cara de no ponerle remedio.

Creatividad ante todo

La tercera vía que se ha intentado es la de combinar bajos tipos de interés con la acción directa de los bancos centrales . A tales iniciativas se las ha denominado con apelativos tan sugestivos como "quantitative easing (QE)", un término ya habitual por uso y abuso. No pocos analistas aciertan al sugerir que tales políticas acaban siendo instrumentos de financiación para los gobiernos y nos conducen a sendas peligrosas, aunque en su momento contribuyeran a paliar los efectos del crack de 2007. En algunos casos, tales iniciativas han resultado mejor que nada.

Una aproximación alternativa argumenta que cuando el sector privado está gastando tan poco es la oportunidad de aplicar "estímulos fiscales": más gasto público y recortes provisionales en los impuestos . Si bien pueden obtenerse resultados a corto, la combinación de ambos mecanimos constituye una potencial arma de destrucción económica masiva en el largo plazo.

Una ocurrente respuesta intervencionista consiste en actuar contra los países excesivamente "ahorradores", mediante sanciones impuestas por los organismos financieros internacionales . Se trata de una opción increíble visto el panorama mundial. Si no somos capaces, por ejemplo, de aprobar una sencilla declaración condenatoria contra muchos régimen brutales y/o autoritarios ni de apretarle las tuercas a Rusia por la vía diplomática, ya me dirán lo que costaría concertar unas líneas estratégicas globales para la economía.

Otra opción, que he escuchado en boca de varios locuaces ideólogos, tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político, es regresar al proteccionismo . En inglés existe una expresión, que también utiliza Samuel Brittan: " beggar my neighbour (empobrece a mi vecino)", esto es, la elevación de aranceles y otras medidas para restringir las importaciones y mejorar así el saldo comercial. Una escalada internacional en este sentido reduce el comercio internacional, contrae el crecimiento económico y ningún país sale beneficiado. No sólo el vecino se empobrece sino nosotros también. Tampoco es el camino, me temo.

Más ideas a coleto: algunos sugieren compartir el trabajo disponible mediante la reducción obligatoria de la jornada de trabajo, jubilaciones anticipadas o medidas similares . Efecto real en la economía: reducción del poder adquisitivo y ninguna mejora del estancamiento. Más fiascos.

Otro buen número de economistas pretenden afrontar el problema atacando la desigualdad, de tal manera que las clases medias y humildes puedan tener más poder de consumo . Pero ¿cómo? ¿facilitándoles mayor acceso al crédito? ¿con mayor endeudamiento? ¿redistribuyendo artificialmente la renta con subsidios y subidas salariales desacordes con la productividad? En la práctica, ello acaba conduciendo a una contracción tanto de la inversión como del propio consumo. A las pruebas empíricas me remito.

También están los que contemplan una coyuntura recesiva como la vivida como un mecanismo de depuración y de reequilibrio , que fomenta la necesaria austeridad, sin advertir que en tales condiciones declina nuestro potencial productivo, la investigación, la innovación y la educación, auténticas claves para salir de este atolladero.

Por supuesto,les evitaré perder el tiempo hablando de los habituales unicornios populistas. Lo único que pretenden es regresar a modelos socieconómicos repetidamente fallidos, aunque los traigan disfrazados de modernidad y de servicio a "la gente". Ya conocen el refrán: aunque la mona se vista de seda...

Una gris prospectiva

¿Qué vamos a encontrarnos en el futuro inmediato? Pues según el señor Brittan (y coincido con él, porque ya lo estamos sufriendo en nuestras vidas), se dará una mezcla perversa de todas las políticas descritas, una especie de macedonia económica irracional y desequilibrada compuesta de frutos financieros dulces y amargos. Una orgía de intervencionismo demagógico y desacompasado con muy poco margen para la libertad económica, la sensatez financiera y la acción coordinada global. Menuda herencia para futuras generaciones.

Hay que borrar la vieja pizarra. Desechar fórmulas añejas, pensar diferente. Navegamos por aguas peligrosas, en medio de la niebla, sin faro que nos guíe y usando un mapa obsoleto que debemos esbozar de nuevo. No queda otra.

Las teorías económicas "que funcionaban", tal y como fueron formuladas y conocemos, agonizan. Qué viva la economía, pero por favor, ya va siendo hora de que sea otra.