¿España 2016?

"Érase una vez cuatro personas que se llamaban: todo el mundo, alguien, cualquiera y nadie. Había un trabajo importante para hacer y todo el mundo estaba seguro que lo haría alguien. Cualquiera podía hacerlo, pero no lo hizo nadie. Sin embargo, alguien se enfadó porque era trabajo de todo el mundo. Todo el mundo pensó que cualquiera podría hacerlo, pero nadie se dio cuenta de que todo el mundo no lo haría. Al final todo el mundo culpó a alguien cuando nadie no hizo lo que cualquiera podría haber hecho"

Josep María Renter 

Juventud y aprendizaje: el ejemplo de los EEUU

Los programas de aprendizaje, que están recibiendo gran impulso en EEUU, son clave para luchar contra la “titulación sin empleabilidad”. El 87% de los aprendices USA obtienen empleo después de completar sus programas, con un salario inicial promedio mayor de 50.000 dólares. En 2015, más de 197.500 personas entraron en programas formales de aprendizaje en USA y más de 50.000 se graduaron y certificaron. Actualmente, hay unos 448.000 aprendices formándose en Estados Unidos, en todos los sectores. Un ejemplo a seguir sobre el que reflexiono en mi último artículo de Domestica Tu Economía.

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Gestionar España como una empresa

Dedicado a Rosa María Artal,
desde mi intenso aunque decreciente aprecio
y muy amplia discrepancia

Todo empezó con este inclasificable tuit:

La reflexión tuitera pretendía ser un crítica contundente de 140 caracteres a unas declaraciones de Albert Rivera, uno de los blancos preferidos de la periodista, relativas a la mejor forma de gestionar España. Las declaraciones de Rivera se produjeron en el programa de Jesús Calleja de Cuatro, y en ellas afirmaba literalmente esto:

La empresa más importante de España, que es España, la tenemos que gestionar como una empresa, y no puedo hacer barbaridades como estas, con costes y sin ingresos, porque me voy a la calle

Las "barbaridades" a las que se refería el líder de Ciudadanos eran los despilfarros de dinero público tales como "planes E", aeropuertos sin aviones y AVES sin apenas viajeros. En ese contexto, su reflexión era sensata y tenía mucho sentido económico. Pues no, según Artal y varios seguidores de diversa condición y educación que interaccionaron conmigo ese día, gestionar como una empresa es "primar los beneficios, ergo malvado ultraliberalismo". Genial.   

Tal sentencia encierra un desconocimiento palmario de los principios de gestión empresarial, unos prejuicios ideológicos importantes, o una combinación de ambos. También pudo tratarse de un desliz, un lapsus en forma de exabrupto facilón e irreflexivo, con mera vocación ad hominem. Cada uno que juzgue lo que le parezca oportuno.

La pura sensatez nos dice que Rivera estaba hablando de los principios de gestión que determinan el éxito de cualquier buena empresa, y con ello no nos referimos a diversos y llamativos ejemplos patrios de capitalismo castizo, sino a la realidad mucho más discreta y dura de la enorme mayoría del tejido empresarial de nuestro país. Cabría recordar a Rosa María Artal y sus afanados seguidores que en España hay más de tres millones de empresas, de las cuales el 99,88% son pequeñas y medianas (entre 0 y 249 asalariados), PYMES que generan el 66% del empleo nacional. Y si las empresas (grandes o pequeñas) no tuvieran beneficios, dejarían de existir, por lo que no habría trabajo ni impuestos ni administración ni servicios públicos ni recortes de los que preocuparse. Parece mentira que, a estas alturas de civilización, sea necesario explicarlo. 

En un aterior post de este blog dedicado a recortes y despilfarros, ya apuntábamos algunos criterios básicos de gestión empresarial aplicados al sector público. Decíamos entonces que los bienes públicos, obtenidos a través de impuestos, constituyen un verdadero tesoro para nuestra sociedad. Los cargos políticos y los funcionarios deberían tenerlo en cuenta a la hora de manejarlos, y obrar como un cajero cuidadoso con aquellos caudales que no son suyos. Asimismo, los ciudadanos deben utilizar los bienes y servicios públicos de forma cívica y responsable. Cuestión de derechos y deberes. 

Por tanto, cuando hablamos de gestionar España como una empresa, nos estamos refiriendo a esto, y no a otra cosa:

Los ciudadanos (y eso incluye a todos, empresarios, trabajadores privados y públicos, desempleados, pensionistas y estudiantes), a través de sus impuestos y  sus votos, son los accionistas de esta empresa común: aportan el capital y, teóricamente, eligen al consejo de administración (gobierno) de acuerdo con sus competencias profesionales y orientaciones estratégicas (programas políticos).  La empresa España, en un ideal de buena gestión, debe perseguir la satisfacción de los intereses de estos ciudadanos-accionistas a través de la creación de valor, esto es, la prestación de unos servicios públicos esenciales que maximicen los recursos empleados, con calidad y de una manera eficiente y sostenible en el tiempo, alejada de florituras y dispendios. Ese es el auténtico beneficio de gestionar como una empresa. Y no nos confundamos: los responsables últimos de ese buen gobierno somos los propios ciudadanos-accionistas, en nuestra doble condición de paganos y electores.  

Más allá de los ciudadanos y agrupaciones de ciudadanos, no debemos olvidar a los grupos de interés (los llamados stakeholders en inglés), a quienes también concierne el buen funcionamiento de nuestra empresa España, como por ejemplo: organismos internacionales a los que pertenecemos, instituciones de muy diversa naturaleza, países con los que comerciamos, mercados financieros a los que acudimos, organizaciones no gubernamentales, etc.

Así, nuestra España S.A. constituye un sistema complejo, con numerosos interesados en su buena gestión,  todos ellos colaboradores necesarios y beneficiarios directos o indirectos de la misma. Una empresa que debería regirse por los principios universales que orientan la actividad de todas las corporaciones exitosas: integridad, responsabilidad,  transparencia, rendición efectiva de cuentas, respeto a las leyes, adecuada supervisión, sostenibilidad financiera y, por supuesto, las tres "E":

  • Economía:   hacer las cosas con el menor coste posible en recursos.
  • Eficacia: alcanzar los mayores resultados posibles.
  • Eficiencia: alcanzar los mayores resultados posibles con el menor coste posible.

Todo ello tiene muy poco que ver con el "beneficio" espurio ni con el libre mercado ni, desde luego, con el "ultraliberalismo", signifique lo que signifique el palabro. ¿No te parece, querida Rosa María?

 Un muy cordial saludo de tu seguro seguidor lentejero.


Nota: en una versión anterior de este artículo, se indicó erróneamente que Rosa María Artal es militante de Podemos, hecho que la propia periodista ha desmentido a este autor de malas maneras. 

Nota 2: muy poco después de la nota anterior, Rosa María Artal se presentó como candidata de Podemos a las elecciones por Zaragoza (no consiguió el escaño). Al recordarle su reciente desmentido en Twitter, la periodista se limitó a bloquearme (su actividad más habitual en la red social). Máxima coherencia.

Lo que NO es liderazgo

Los lectores que siguen este blog saben que escribo a menudo sobre liderazgo, pese a tener una visión ciertamente escéptica sobre el concepto, dado su exceso de uso y falta de aplicación en la práctica. Y  aunque pienso que el retrato robot del líder no existe, sí tengo claro lo que NO constituye liderazgo. Algunos ejemplos:  

  • Vanagloriarse con éxitos (económicos) ajenos como si fueran propios, para luego no reconocerlos como tales cuando se convierten en fracasos.
  • No admitir los errores, ni siquiera como oportunidad de mejora.
  • No reconocer la tormenta cuando los truenos son ensordecedores y los chuzos ya te están empapando.
  • No analizar otras alternativas que las propias ni reconocer mérito alguno a tus oponentes.
  • Tirarse a la piscina en lugar de arriesgar con fundamento.
  • Esperar continuamente golpes de fortuna.
  • Denostar la crítica ajena.
  • Criticar sin razonar.
  • No aparcar diferencias, ni ceder, ni negociar en aras del bien común.
  • No elegir a los más capaces sino a los más acomodaticios.

Esta reflexión viene a cuento teniendo en cuenta el descorazonador momento político que estamos viviendo. ¿Por qué no hemos sido capaces de arrimar el hombro como nación cívicamente madura y alcanzar acuerdos más allá de intereses partidistas, de regionalismos, localismos, trincheras y líneas rojas, acuerdos que articulen nuestros escasos recursos críticos y nos permitan salir de este marasmo, definiendo las bases comunes de un modelo de país para el futuro? ¿Por qué? Se me ocurren muchas respuestas posibles, ninguna definitiva.  

Estoy seguro que muchos ciudadanos de a pie, hartos de siglas, ideologías y campañas electorales, nos hacemos todos los días la misma pregunta. Es una cuestión justa y oportuna, pero que no puede desligarse de otra que tantas veces orillamos: ¿cuál es nuestra parte de responsabilidad en esta situación?

Mientras lo pensamos, el calendario avanza sin remedio...

Día del Libro 2016: lecturas recomendadas

Hace un año escribí en el blog una entrada dedicada a mis 10 libros imprescindibles de economía, sociedad y gestión, escogidos tanto por motivos sentimentales como intelectuales. Los lectores recordarán mis criterios personales de selección:

  • Haberme enseñado algo completamente nuevo, animándome a pensar más allá de mis limitaciones, a curiosear y a profundizar en sus materias.
  • Ser intelectualmente honestos y rigurosos.
  • Estar bien desarrollados y escritos.  

Siguiendo en esa misma línea, y aprovechando que estamos de nuevo celebrando del Día del Libro, hoy quiero compartir con ustedes las obras de no ficción que durante este último año me han obligado a pensar, dudar y profundizar, contribuyendo a reducir algo mi amplia ignorancia en tantas áreas del conocimiento. Hay títulos de lectura difícil y hasta incómoda, pero no por ello dejan de ser recomendables.

Comprobarán que mis lecturas recientes son en inglés. Resulta lógico, porque vivo en los Estados Unidos y es aquí donde los he descubierto. También verán que incluyo sus enlaces de Amazon. No lo hago por motivos publicitarios: gracias a mi veterano Kindle, viajo ligero por el mundo con decenas de libros. Cuando uno de ellos me cautiva, interesa o conmueve especialmente, lo compro en papel. También compro en papel todos los volúmenes de economía y gestión, porque me encanta tenerlos a mano y llenarlos de anotaciones y post-it. Dejo a su elección la búsqueda de sus traducciones al español en la librería física o digital que más les apetezca. 

  • Empiezo con un libro polémico por su contenido pero muy esclarecedor: "The Welfare Trait: How State Benefits Affect Personality", de Adam Perkins.  Pocos debates actuales generan tanto ruido, pasión y encono como los relacionados con el estado de bienestar, especialmente cuando tratan el tema de la personalidad de sus beneficiaros, tachados tanto de inconscientes, vagos o acomodaticios, como de víctimas inocentes del feroz capitalismo. Los estudios de Perkins llegan a una conclusión turbadora:  la sobredimensión del estado de bienestar aumenta el número de individuos en riesgo de desarrollar perfiles de personalidad pasivos, menos propensos a integrarse a la vida laboral. Recomiendo analizar las evidencias y razonamientos del libro con la mente abierta y sin prejuicios o apriorismos, lo que dado el tema resulta harto difícil. El libro me parece muy útil a la hora de evaluar con otra mirada determinados incentivos de las políticas públicas. 
  • Ha sido una sorpresa muy agradable y entretenida leer "The Devil's Financial Dictionary", de Jason Zweig, autor de "The Intelligent Investor" y  de la conocida columna financiera del mismo título en The Wall Street Journal. El libro, directo, ácido y de punzante ironía, hace un delicioso recorrido por todos los despropósitos públicos y privados habidos en el mundo financiero durante estas últimas décadas. Se disfruta.
  • Hace unos meses descubrí por casualidad esta joya titulada "Wanderlust: A History of Walking", de Rebecca Solnit, convirtiéndose en uno de mis libros de cabecera predilectos. Como escribió Isaac Rosa en su reseña del libro, "andar puede ser un gesto revolucionario".  La autora nos sumerge en un fantástico recorrido histórico  sobre grandes caminantes y el papel del paseo en el desarrollo de creatividad y otras muchas potencialidades humanas. Cabe recordar en este punto a Tolkien cuando escribía aquello de "no todos los que vagan están perdidos". Imprescindible. 
  • Para cualquier analista de la actualidad económica, política y social, leer "The Seven Sins of Memory: How the Mind Forgets and Remembers", de Daniel L. Schacter, supone un valioso complemento, al explicar de manera cristalina, con multitud de ejemplos y referencias, los mecanismos internos, trampas y capacidades de nuestra memoria. El libro nos ayuda a entender mejor la construcción de nuestra propia realidad, basada muy a menudo en recuerdos, experiencias y percepciones incompletas y fragmentarias.   
  • A muchos lectores no les voy a descubrir este clásico de Karl Popper que es "The Open Society and its Enemies". Escrito en 1945, el libro no ha perdido ni un ápice de actualidad en su defensa de la democracia abierta y su brillante denuncia de los  sistemas políticos basados en la ingeniería social. Leído con la perspectiva de un lector del siglo XXI, resulta profético en su predicción del colapso del comunismo y un valioso aviso a navegantes ante las derivas populistas actuales.
  • Un libro que se lee de un tirón es  "Lords of Finance: The Bankers Who Broke the World", de Liaquat Ahamed, ganador del Pulitzer de 2010 por este trabajo. Nos cuenta la turbulenta historia económica de  los primeros cuarenta años del siglo veinte a través de cuatro personajes clave: los responsables de los bancos centrales de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania. Una buena obra divulgativa, bien escrita y de máxima actualidad. porque ya saben:  aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo.
  • Me gustó también esta rareza por su originalidad y planteamiento provocativo, que reta en todo momento las creencias establecidas del lector. Se trata de "The Social History of the Machine Gun", de John Ellis, un apasionante ensayo sobre el impacto que el arma ametralladora ha tenido no sólo en el desarrollo del armamento posterior, sino en la forma de hacer la guerra y la sociedad. Todo está interconectado, y este libro nos lo evidencia de manera brillante.

Finamente contarles que llevo años sumido en muy difícil reto de leer y alcanzar a comprender este monumental mamotreto que es "The Road to Reality: A Complete Guide to the Laws of the Universe" de Roger Penrose. Un libro que cojo, absorbo, dejo y retomo a oleadas, ante la exigencia permanente de actualización que su lectura lleva aparejada. No creo que no consiga, pero estoy convencido de que nunca dejaré de intentarlo. Creo que es una buena manera de afrontar algunas lecturas complejas, así como la vida. 

Que disfruten de su Día del Libro. Y recuerden:

Coplilla económico-lentejera

Gráfico de @javiergec

La economía encontró
que su rumbo había perdido.
Por los púlpitos buscaba
un timonel precavido.

¿Dónde te fuiste cordura
que me dejaste así en vilo?
Y la cordura callaba
desde su cárcel de olvido.

Y el déficit sollozaba
por aquel rigor perdido.
¿Dónde está el país vibrante
que habíamos conocido?

No dejéis que se nos pierda
entre tanto pan y circo.

Errores (u omisiones interesadas o mentiras) sobre el comercio internacional

Llevo semanas siguiendo con mucho interés y no poca desazón la campaña presidencial estadounidense (por cierto, aquí una excelente guía), así como nuestro anémico devenir político desde la ya lejana celebración de elecciones generales el diciembre del pasado año. Digo desazón porque el nivel del debate político en ambos países ha ido decayendo sustancialmente, mucho más desde el advenimiento de nuevos candidatos y formaciones procedentes de un populismo, tanto de izquierdas como derechas, alimentado por el descontento de los ciudadanos ante el reciente proceder de su clase dirigente.

Políticos, líderes empresariales, periodistas, politólogos, economistas se suman a este debate incurriendo a menudo en falacias lógicas, esgrimiendo eslóganes vacíos y enredándose en ideas erróneas que acaban pareciendo ciertas por efecto de su mera repetición y difusión. Y en ninguna disciplina ello es más cierto que en la economía.   

Algunas de las ideas económicas erróneas que con más frecuencia aparece en medios y redes sociales tienen que ver con las bondades o maldades del libre comercio y su impacto en países más ricos y más pobres.  Leamos algunos ejemplos reales.

Bernie Sanders argumentaba así 4 de febrero de 2016:

"Hay muchas empresas que han dado la espalda a los trabajadores estadounidenses, que han dicho, si puedo ganar otro níquel yendo a China y cerrando en los Estados Unidos de América, eso es lo que haré. Yo haré todo lo posible para transformar nuestra política comercial y enfrentarme a estas corporaciones que desean invertir en los países de bajos ingresos de todo el mundo en lugar de hacerlo en los Estados Unidos de América".

Donald Trump también aportaba su grano de arena algo más tarde, el 13 de febrero de 2016:

"Carrier (empresa de aire acondicionado estadounidense) se está trasladando a México. Me gustaría ir a Carrier y decirles: 'Ustedes van a despedir a 1.400 personas. Van a fabricar los acondicionadores de aire en México, y tratarán de pasarlos a través de nuestra frontera sin ningún arancel. Voy a decirles que les vamos a gravar cuando los acondicionadores de aire vengan aquí. Así que quédense donde están o fabriquen en los Estados Unidos porque nos estamos destruyendo con acuerdos comerciales que no son buenos para nosotros y no son buenos para nuestros trabajadores' ".

Palabras similares, augurando todo tipo de males para los trabajadores y ciudadanos ante la liberalización comercial, hemos escuchado también en boca de Pablo Iglesias y otros líderes de la izquierda española, muy en consonancia con lo expresado por la ultraderechista Marine Le Pen, que en mayo de 2015 vaticinaba nada menos:

"La muerte de la agricultura francesa, el triunfo de las normas de Monsanto, la llegada de la fragmentación hidráulica y el horror al alcance de todos los platos: maíz transgénico, pollos lavados con cloro, carne hormonada e incluso, si debemos imitar lo que se hace en los Estados Unidos, con la seguridad de encontrar pus en el litro de leche ".

Tertulianos, periodistas y hasta algunos economistas se suman también a este confuso debate de ideas económica. Recordemos a Jordi Évole y su reciente programa "Fashion Victims", hablando sobre las grandes marcas de moda que fabrican sus prendas en países en desarrollo, con sueldos bajos y condiciones de trabajo muy diferentes al acomodo occidental. Sobre ese programa ya reflexioné en su día en mi timeline, al presentar una visión simplista y sesgada, que demostraba un desconocimiento clamoroso sobre cómo funcionan los mecanismos de desarrollo y crecimiento económico.

Parece mentira que en pleno siglo XXI todavía tengamos que explicar el papel esencial que el libre comercio ha supuesto para el avance de la humanidad.  Cuando los individuos comercian, en lugar de operar de manera autosuficiente, pueden acceder más bienes y servicios.  Salimos de las cuevas y de la autarquía tribal gracias a la especialización: cada persona se dedica a aquellas actividades para las que está más capacitada. Dividiendo las tareas y comerciando, los seres humanos (ya sean dos o 7.349  millones) han conseguido a lo largo de la historia y siguen consiguiendo más de lo que habrían obtenido siendo autosuficientes. 

Los ejemplos incluidos al principio de esta entrada constituyen un claro ejemplo de los errores más extendidos se habla de comercio internacional. Tales falacias las analizan muy bien  Paul Krugman y Maurice Obstfeld al explicar la teoría del comercio en su libro sobre Economía Internacional (de obligado estudio para todo economista). 

Mito 1: "El libre comercio es sólo beneficioso si tu país es suficientemente productivo para resistir la competencia internacional"

Este error viene de pensar que el patrón de comercio está determinado por el hecho de tener una ventaja absoluta en productividad, y no es así: las ganancias derivan de la existencia de ventajas comparativas:

"Siempre existe la tentación de suponer que la capacidad para exportar un bien depende de que nuestro país tenga una ventaja absoluta en productividad. Pero una ventaja productiva absoluta sobre otros países en la producción de un bien no es una condición ni necesaria ni suficiente para disponer de una ventaja comparativa en ese bien. En nuestro modelo de un factor, la razón por la que la ventaja absoluta en productividad en una industria no es necesaria ni suficiente para conseguir una ventaja competitiva es clara: la ventaja competitiva de una industria depende no sólo de su productividad en relación con la industria extranjera, sino también de la tasa salarial respecto a la tasa salarial extranjera. Una tasa salarial en un país depende, a su vez, de la productividad relativa en otras industrias. En nuestro ejemplo numérico, el extranjero es menos eficiente que nuestro país en la producción de vino, pero también tiene una mayor desventaja de productividad en el queso. Debido a su menor productividad total, el extranjero debe pagar salarios menores que nuestro país, lo suficientemente bajos para tener menores costes en la producción de vino. Análogamente, en el mundo real, Portugal tiene una productividad reducida en, por ejemplo, la producción textil, comparado con Estados Unidos; pero puesto que la desventaja de productividad de Portugal es todavía mayor en otras industrias, sus salarios son lo suficientemente bajos como para tener una ventaja comparativa en la producción textil".

 Todo ello lleva muchos a formular una y otra vez, como hemos visto, el argumento de que una ventaja competitiva basada en salarios bajos es completamente "injusta y antisocial", lo que constituye nuestro segundo mito a analizar.

Mito 2: "La competencia exterior es injusta y perjudica a otros países cuando se basa en salarios reducidos".

Estamos ante el argumento de los salarios paupérrimos, uno de los favoritos del populismo mediático:

"Las personas que adoptan este punto de vista consideran que las industrias del país no habrían de enfrentarse a industrias extranjeras que son menos eficientes pero pagan salarios menores. Este punto de vista está extendido y ha adquirido una influencia política considerable. En 1993, Ross Perot, un multimillonario hecho a sí mismo, y excandidato presidencial, advirtió que el libre comercio entre Estados Unidos y México, este último caracterizado por unos salarios muy inferiores, conduciría a un «tremendo efecto absorción» al desplazarse la industria estadounidense hacia el sur. Ese mismo año, Sir James Goldsmith, otro multimillonario hecho a sí mismo, que era un diputado influyente en el Parlamento Europeo, ofreció un punto de vista similar, aunque expresado de forma menos pintoresca, en su libro La Trampa, que se convirtió en un best-seller en Francia.
De nuevo, nuestro sencillo ejemplo revela la falacia de este argumento. En el ejemplo, nuestro país es más productivo que el extranjero en ambas industrias, y el menor coste del extranjero en la producción de vino se debe por completo a su tasa salarial mucho menor. La menor tasa salarial extranjera es, sin embargo, irrelevante en la cuestión de si nuestro país gana con el comercio. Que el menor coste de producción del vino en el extranjero sea debido a la alta productividad o a los bajos salarios no tiene importancia. Lo que importa para nuestro país es que es más barato, en términos de nuestro propio trabajo, producir queso e intercambiarlo por vino que producir nuestro propio vino.
Esto es perfecto para nuestro país, pero ¿y para el extranjero? ¿Es erróneo basar las exportaciones en bajos salarios?" 

Evidentemente, para un país desarrollado y rico, esta situación no resulta nada atractiva, pero no estamos solos en el mundo. Otras naciones parten de posiciones mucho más retrasadas en su camino hacia la prosperidad. Por ello, la idea de que el comercio es bueno únicamente si se reciben salarios elevados constituye otra falacia, de nuevo ampliamente explotada desde diversos frentes.

Mito 3: "El comercio explota a un país y lo empobrece si sus trabajadores reciben unos salarios muy inferiores a los de los trabajadores de otros países".

¿Cuántas veces han escuchado este argumento en medios de comunicación, arengas o mitines? Krugman y Obstfeld lo explican de manera cristalina:

"Este argumento a menudo se expresa en términos muy emotivos. Por ejemplo, un columnista comparaba el salario de 2 millones de dólares que cobra el director ejecutivo de la cadena de ropa The Gap con el salario de 0,56 $ por hora que cobran los trabajadores centroamericanos que fabrican parte de sus productos. Puede parecer insensible intentar justificar los salarios terroríficamente bajos que cobran muchos trabajadores en el mundo.
Sin embargo, si nos estamos preguntando acerca de la bondad del libre comercio, la cuestión no está en preguntarse si los trabajadores de bajos salarios merecerían cobrar más, sino en preguntarse si ellos y su país están peor exportando bienes basados en salarios reducidos de lo que lo estarían si rechazaran participar en un comercio tan degradante. Y, al plantearnos esta pregunta, también debemos preguntarnos, ¿cuál es la alternativa?"

Quienes esgrimen los argumentos descritos en los puntos anteriores demuestran, además, un claro desconocimiento de la historia económica moderna. Este camino de competitividad comercial basada en ventajas comparativas es el que han recorrido gigantes económicos como Corea del Sur, India, China y tantos otros países hoy pujantes que hace apenas un siglo figuraban en el vagón de cola de la economía global. Corea del Sur, por ejemplo, era en 1960 uno de los países más pobres del mundo. Repito: en 1960. Sobran los comentarios.  

Otro hecho, que destacábamos hace unos meses en un trabajo sobre corrupción y seguridad internacional, evidencia muy bien el sinsentido de nuestras veleidades proteccionistas:  

"En 2014, según la OCDE, la Ayuda al Desarrollo fue de 135,2 miles de millones de dólares.22 Según datos de la misma Organización, solo en 2013 los países que la conforman concedieron subsidios agrícolas a sus nacionales por 258.000 millones de dólares. Si tenemos en cuenta que un 40% de la población del norte de África y un 60% del África Subsahariana vive de la agricultura, parece sensato pensar que, por ejemplo, promover iniciativas individuales y grupales para fomentar la agricultura en dichas áreas (levantando al mismo tiempo barreras agrícolas proteccionistas en los países donantes) sería mucho más efectivo que la mera ayuda financiera a determinados gobiernos".

Y ya que hemos estando hablando de historia, finalizaré con otro ejemplo, más antiguo pero igual de esclarecedor, en la esperanza de que esta entrada les haya ayudado a comprender y a reflexionar mejor sobre un fenómeno mucho más complejo que el contenido de una mera ristra de consignas mal repetidas:

(Hacer clic sobre la imagen para ampliar)

Never Surrender.

Ser asertivo

En la vida y en los negocios debemos ser autocríticos, lúcidos y consecuentes ante las dificultades. Demasiadas veces reaccionamos con un exceso de ira y orgullo, o culpando a los demás de todos nuestros males. Tal y como escribía hace unos días, pecamos de quejicosos impenitentes.

La realidad no suele ser una cuestión de blanco y negro; los matices y los antecedentes cuentan. En mi opinión, nuestro proceder tendría que regirse por cuatro ideas fuerza:

  1. No todo nos va a salir siempre bien.
  2. Si algo nos sale mal, no siempre tiene que haber un culpable y, si lo hubiera, su búsqueda no debería ser nuestra principal prioridad.
  3. Solemos creernos mejores de lo que realmente somos.
  4. Quien resiste con voluntad y elegancia, gana.

Sentir frustración y enfado por un logro no conseguido que creemos merecido es completamente normal. Despotricar por ello contra el mundo y lamentarnos larga y amargamente, por el contrario, no nos conduce a nada. Seamos asertivos en las duras y en las maduras. Para ello, como bien escribe el psicólogo y escritor Xavier Guix, debemos tener en cuenta lo siguiente:

  • Puedes hacerte respetar por los demás.
  • Reclama tus derechos.
  • Es imposible que todo el mundo te quiera.
  • Piensa en ti positivamente.
  • No te deprimas, actúa.
  • No te escondas de los demás.
  • Qué importancia tiene que te salga mal, mientas te hayas afirmado.

Intentémoslo. Con todas nuestras fuerzas. 

Never surrender.