El verano de nuestro descontento

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Contaba en mi entrada anterior del Blog Salmón que nuesta economía está sostenida en un limbo artificial, sin garantías sólidas de que pueda valerse por sí misma todavía, ni de que nos hallemos en condiciones de suministrárselas por nosotros mismos en las cantidades requeridas, dado el deterioro de las cuentas públicas. Los diferentes indicadores que hemos ido conociendo en julio y en agosto no han conseguido despejar estas dudas. Esta nueva entrega trata de hacer un recorrido por los indicadores más relevantes de nuestra economía durante el verano.

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Big Trouble in Little Britain?

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El viernes a las 11:00 PM (hora de Londres, medianoche en Bruselas), el Reino Unido dejó de pertenecer a la Unión Europea, de la que formaba parte (a su peculiar manera) desde 1973. La salida se produce tres años, siete meses y una semana después de un referéndum en el que un 51,9% de británicos apoyó la opción del Brexit, tras un proceso trufado de rancio nacionalismo, abundante demagogia, falacias a todo ritmo y un sinfín de torpezas políticas, sin olvidar tampoco la ceguera, autocomplacencia y carencia de autocrítica de las instituciones comunitarias. En este sentido, no puedo sino compartir punto por punto el sentimiento expresado por Juan Claudio de Ramón: me cuesta mucho asimilar que el Brexit se hizo con mentiras, y eso me acaba casi importando más que otras consideraciones geopolíticas o socioeconómicas.

Todo lo dicho fue más patente todavía al escuchar el discurso de salida (pregrabado) de Boris Johnson, un revival a lo Churchill, que venía a emular los tiempos gloriosos de unidad y resistencia británica durante la Segunda Guerra Mundial. Fue como estar ante una especie de “Keep Calm and Carry On” del siglo XXI. El problema es que Boris no es siquiera la sombra de Winston (ni de Tatcher), que la sociedad británica afronta completamente dividida el futuro, que el enemigo externo a batir es un constructo mayormente ficiticio y que las maravillas que se anuncian resultan todavía especulaciones inciertas de una nación que, como las otras viejas naciones europeas, ya no es tan grande ni puede competir en el teatro geopolítico con añosas hechuras imperiales.

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¿Un nuevo comienzo?

Por otra parte, es comprensible que tras estos meses turbulentos sea difícil resistirse a la sensación de estar recomenzando, de liberarse de ese invisible yugo burocrático que tanto parecía maniatar al pueblo inglés y le impedía retornar a pasadas grandezas. La luz es ahora más clara, el aire más ligero, cualquier cosa es posible, todo está por venir, aunque sea la cruda realidad. De peores cosas hemos salido, apuntan los políticos brexiters, con la irresponsable displicencia que otorga el saber que, con toda probabilidad, nunca van a ser los paganos de sus decisiones. Por ello, la tentación de diverger con la Unión Europea es muy grande, y diverger es precisamente lo que pretende Johnson en estos próximos meses de negociación. Porque, queridos lectores, el Brexit no ha hecho más que empezar.

Recordemos que el 1 de febrero se inició el llamado periodo transitorio, que finaliza el 31 de diciembre de este mismo año. El Reino Unido podría solicitar una prórroga antes del 1 de julio, pero el premier británico no está por la labor. Pedir la prórroga más tarde de esa fecha requeriría una reforma del Acuerdo de Retirada o un nuevo acuerdo, lo que se considera prácticamente inviable. El problema es que el marco legal de relación futura que se pretende acordar en este lapso brevísimo de tiempo es, sencillamente, una pesadilla política.

El “mínimo vital”

La Declaración Política Revisada que acompaña al Acuerdo de Salida ha supuesto un cambio en la filosofía de la futura relación entre Reino Unido y la UE, alejándose de la estrecha relación que pretendía el gobierno de May y definiendo un nuevo marco basado en un acuerdo de libre comercio que permita la mencionada divergencia regulatoria entre ambos actores.

Dada la envergadura de la tarea negociadora y el exiguo calendario, Michel Barnier, jefe de la Task Force de la UE, ha propuesto centrarse en aquellos asuntos que no requieran la ratificación por parte de los Parlamentos nacionales, sugiriendo un “mínimo vital” compuesto por los siguientes elementos:

  • Un Acuerdo de Libre Comercio (FTA): centrado en bienes, incluyendo los productos agrícolas, y vinculado a un acuerdo de pesca (“imperativo”, según Barnier). El acuerdo incluiría disposiciones “sólidas” en materia de igualdad de condiciones (Level Playing Field, LPF).

  • Un Acuerdo en materia de seguridad interior

  • Un Acuerdo en materia de seguridad exterior

  • Disposiciones en materia de gobernanza.

Ahí es nada. En apenas 11 meses.

Por su parte, las estrategias negociadoras de la UE y del Reino Unido difieren notablemente, y vienen distorsionadas por el factor tiempo, como explicaba en un reciente hilo de Twitter, que finalmente ha dado lugar a esta entrada:

Con respecto a Gibraltar, Barnier asegura que se excluirá del mandato negociador, aunque el gobierno del Peñón ya se ha apresurado a arriar la bandera de la Unión y a izar la de la Commonwealth. Toda una declaración de intenciones.

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Tal combinación de complejidad y premura abre importantes interrogantes:

  1. ¿Seremos capaces de llegar a un acuerdo en menos de 11 meses?

  2. ¿Mantendrán los países de la UE la cohesión necesaria durante este período negociador?

  3. ¿Tenemos realmente asumida la posibilidad de un no deal en temas clave?

Sobre las tres cuestiones anteriores tengo muchas dudas, pero con respecto al Reino Unido, estoy convencido de que va a resultar un negociador incisivo, correoso, marrullero y desesperante para la burocracia comunitaria, y que someterá a dura prueba la consistencia de la Unión. No en vano, llevan décadas zascandileando en ella y siglos enteros enredando en el panorama geopolítico global, en incansable defensa de sus intereses. Los británicos son un pueblo admirable, orgulloso, tenaz y resistente, capaces tanto de grandes sacrificios y generosidades como de notables y persistentes atropellos. Más o menos, como cualquier antiguo imperio que se precie. No esperen otra cosa de ellos.

Por otra parte, tampoco debemos olvidar lo que comentaba hace unos días Enrique Feás al respecto a la posición de la Unión:

Los británicos no se dan cuenta de que, cuanto más integrado está un país en la estructura productiva europea (como el Reino Unido), más cuidadosa tiene que ser la UE con el “Level Playing Field”, porque más daño les puede hacer la competencia desleal. Canadá está a 5.000 km, ellos a 300.

En definitiva, las espadas están en todo lo alto.

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un futuro incierto

La realidad nos dice que, pese a las declaraciones de Johnson, las insufribles celebraciones de personajes como Farage y las continuas promesas de paraíso terrenal que ofrecen las portadas del Telegraph (autoproclamado “salvador del Brexit”), nos hallamos en un limbo de incertidumbres y de palabrería voluntariosa. Precisamente, una de las mayores incógnitas actuales es la propia capacidad del gobierno británico para gestionar todo el proceso con garantías, más allá de las alharacas mediáticas. Por no hablar de las renovadas tensiones nacionalistas en Escocia e Irlanda del Norte.

Como bien apunta The Economist, el análisis gubernamental de impacto económico del Brexit estimó la reducción a largo plazo del PIB per capita en el caso de una relación “cercana” con la UE (como la de Noruega) en alrededor del 1.4%, frente una pérdida del 4.9% en el supuesto de una relación más “distante”. La diferencia representa el coste de la divergencia regulatoria, con impacto directo en la vida de los ciudadanos británicos. Dicha divergencia ofrece también notables oportunidades, pero nada se ha materializado aún, salvo la mera constancia del divorcio.

Cierto es que de todo se acaba saliendo, pero aún está por ver si el Brexit supondrá para Gran Bretaña ese prometido retorno a antiguos esplendores o, por el contrario, la convertirá en un país más frágil y empequeñecido dentro del panorama global, una Little Britain sumida en un Enorme Problema por culpa de unos políticos que mintieron a su pueblo y no supieron estar a la altura de su historia.

Greta y los Cuervos

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Contemplar a Greta Thunberg me provoca desasosiego y tristeza. No por las calamidades que anuncia en la causa medioambiental que con tanta pasión e intensidad encarna, ni tampoco por el sentimiento de culpabilidad que debería embargarme como inconsciente derrochador de los recursos del planeta tierra. No me entiendan mal; el devenir climático y ecológico global me preocupan tanto como otros fenómenos relevantes que ocurren a mi alrededor, pero mi consternación por Greta es otra, muy personal y subjetiva. Es aquella sensación molesta e insistente, esa voz interior a la que se refería Carl Jung y que nos susurra bajo la consciencia que algo no está bien, sin importar cuan respaldado se halle por la opinión pública o el código moral.

El caso es que veo a Greta y recuerdo a todos esos niños prodigiosos, con habilidades especiales, inteligencia, sensibilidad, labia, belleza o gracejo sobre los que en su momento recayó la atención mediática de un país o incluso del mundo entero, al proyectar una imagen que redimía las frustraciones paternas y cuadraba con las diversas intenciones de aquellos que les promocionaban, la situación del momento y los anhelos de sus amplias audiencias. Al igual que Greta, niños y adolescentes como Macaulay Culkin, Justin Bieber, Joselito, Marisol, River Phoenix y tantos otros, fueron en su momento ídolos de masas y a su vez sujetos pasivos de intereses ajenos, para acabar convirtiéndose años después en juguetes rotos y adultos arrasados. Niños como Joel Kupperman, cuya historia explica este magnífico artículo de muy recomedable lectura y que su hijo Michael Kupperman ha trasladado en forma de novela gráfica, 'Niño prodigio'.

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De su padre, Kupperman escribe:

¿Por qué si no iba a convertirse en tamaña obsesión nacional un niño mono con un don para las matemáticas? No solo hacía pasayadas en la radio, sino que conoció a los peces gordos que gobernaban el país (...) Era solo un niño, pero era inteligente, era judío y proyectaba una imagen que cuajaba con las intenciones de la cadena. Así que se lo llevaron de giras interminables y le presentaron a los más importantes hombres. Salió en televisión acompañando a Bob Hope, Bing Crosby, Chico Marx e incluso intentaron que tuviese éxito en el cine con una película de Charles Lamont llamada De tal palo, tal astilla. Un día conoció a Orson Welles, que quiso impresionarle con un truco de magia cuya trampa la joven estrella supo captar al momento. Cuando le preguntaron, el director de Ciudadano Kane dijo: ‘Asombroso. Es tan sincero y puro como Albert Einstein’.

Greta se halla ahora mismo en esta tesitura: llevada de un lado a otro, fotografíada, preguntada, tuiteada, exhibida y expuesta masivamente a los medios por familiares, activistas y organizaciones nacionales e iternacionales de todo cariz, incluyendo las propias Naciones Unidas. Es la chica del momento, la joven que todos desearíamos ser o haber sido, la voz valiente de una causa que es mucho mayor que ella.

No voy a entrar aquí en las incoherencias y debilidades de una campaña climática de teletienda que obvia el debate abierto y sólo consigue oscurecer preocupaciones honestas e iniciativas necesarias en favor del medio ambiente y el bienestar de generaciones futuras. Sólo mencionaré, por poner un ejemplo anecdótico, el ingente esfuerzo energético y coste para el medio ambiente que supone producir los materiales (metálicos, plásticos, fibra…) y los miles de componentes de esa maravilla tecnológica naval, construida para disfrute de unos pocos, que es la embarcación en la que Greta ha navegado hasta Estados Unidos, en lugar de usar uno de esos siniestros aviones en los que millones de personas vuelan cada día alrededor del mundo. Como bien nos recordaba Bill Gates en un reciente y magnífico artículo:

Sé que suena extraño decirlo, pero abre la puerta a un tema importante que merece mucha más atención en cualquier conversación sobre el cambio climático. La fabricación de acero y otros materiales, como cemento, plástico, vidrio, aluminio y papel, es el tercer mayor contribuyente de gases de efecto invernadero, detrás de la agricultura y la producción de electricidad. Es responsable de una quinta parte de todas las emisiones. Y estas emisiones serán algunas de las más difíciles de eliminar: estos materiales están en todas partes en nuestras vidas, y todavía no tenemos avances probados que nos den versiones asequibles de carbono cero.
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Pero hoy el debate no es ése, sino Greta. Esa misma ONU que la lleva en volandas y la expone públicamente sin recato, establece en su principio IX de la Declaración de los Derechos del Niño de 20 de Noviembre de 1959 que todo niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación, no permitiéndosele trabajar antes de una edad mínima adecuada; y que “en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación, o impedir su desarrollo físico, mental o moral”. Ésta es la cuestión, y no otra. Que nuestra protagonista, además, pueda padecer Síndrome de Asperger y las complicaciones adicionales que ello conlleva, no debería desviarnos de la esencia del problema, esto es, la utilización interesada, partidaria o no, torticera o no, de niños y adolescentes para resolver o apaciguar las miserias de sus mayores. De nuevo, Michael Kupperman lo cuenta de manera cristalina cuando habla sobre su padre:

Durante años, aquello generó en el chaval un estrés con el que aprendió a convivir. También una serie de carencias emocionales básicas. No tuvo amigos de la infancia y no sabía relacionarse cuando pisó el instituto. Tampoco tuvo un hogar dónde refugiarse de los focos, ni unos padres que le protegiesen -al contrario, estaban encantados con el éxito-. Pasó años recorriendo su país, siendo el genio que querían que fuese. Pasó una niñez de marioneta en manos de intereses adultos. Y cuando él mismo se convirtió en un adulto, bloqueó toda su infancia -consciente o inconscientemente-, y su cerebro borró todo lo que había vivido. No recordaba casi nada de todo aquello por lo que era conocido.

Sinceramente, creo que con Greta hay un riesgo muy cierto de que pase lo mismo, y además en un mundo donde la capacidad de comunicación, difusión e intimidación se ha multiplicado de forma exponencial. Sería muy triste que fuera así, porque de ocurrir, no duden que los carroñeros políticos y mediáticos, esos mismos que hoy la ensalzan, se encargarán de solazarse con gusto en los restos de su naufragio.

Por un desarrollo socioeconómico inclusivo y sostenible

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“Somos muchos los que todavía creemos que la política es una actividad noble con clara vocación de servicio, cuya principal tarea consiste en gestionar adecuadamente los recursos públicos con objeto de crear condiciones que permitan incrementar la riqueza de la ciudadanía de manera sostenible y ayudar a quienes carecen de recursos suficientes.”

Análisis de la reforma fiscal de Trump

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El viernes 22 de diciembre del año pasado, Donald Trump estampaba triunfalmente su firma en la polémica Tax Cuts and Jobs Act of 2017 (TCJA), un ambicioso paquete de medidas estimado en 1,5 billones de dólares, que supone la mayor reforma fiscal estadounidense desde 1986. El texto legislativo se aprobó inicialmente en el Congreso por 227 votos a 203 (con 12 republicanos y todos los demócratas en contra), pasó por el trámite del Senado con tres pequeñas enmiendas y un apretadísimo 51 a 48 negociado a ritmo de House of Cards (esta vez, con pleno apoyo republicano), y finalmente regresó a la Cámara de Representantes, donde quedó aprobado con 224 sobre 201 votos, reflejo de la profunda división que la norma ha suscitado en los legisladores.

En mi nueva Crónica Trumpista para Ecoonomía analizo sucintamente los detalles más destacados de esta reforma.

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La tecnología blockchain y su impacto en la sociedad

El pasado año publicamos en este blog una entrega dedicada al fenómeno del Fintech, que complementamos posteriormente con un post para tratar de explicar a los lectores cuáles son los mecanismos básicos de la tecnología blockchain que se halla detrás de criptomonedas como el bitcoin y de otros importantes avances, no sólo en fintech.

El blockchain, como toda tecnología emergente y disruptiva, no está exenta de retos y riesgos de diversa naturaleza, algunos de ellos de indudable cariz estratégico. En mi nuevo artículo de Domestica Tu Economía escribo sobre ello:

Leer artículo completo: El impacto social de la tecnología blockchain

Economía y geopolítica en un mundo globalizado

El próximo 26 de noviembre en Madrid tendrá lugar la presentación de un libro sobre economía y geopolítica en el que colaboro con un capítulo sobre corrupción y seguridad. Por si algún lector está interesado en asistir, aquí tiene el enlace al evento.

Este es el contenido del libro, coordinado y presentado por Manuel Pizarro, con asistencia del Ministro de Defensa:

Introducción
Por Manuel Pizarro Moreno

Capítulo I
Base de capital de la economía española y mercados financieros. Análisis de las fortalezas y debilidades de nuestra economía desde el punto de vista financiero
Por Juan Carlos Ureta y Domingo García Coto

Capítulo II
El valor estratégico del euro
Por Fernando Fernández Méndez de Andés

Capítulo III
Geopolítica de la economía global
Por Eduardo Olier Arenas

Capítulo IV
Corrupción y seguridad internacional
Por Federico Aznar Fernández-Montesinos y Sebastián Puig Soler

Capítulo V
Planificación estratégica e inteligencia económica: herramientas de gestión del cambio
Por Fernando Davara Rodríguez

La trampa

Reniego de la muerte sin sentido,
del sordo cataclismo de odio negro,
de tanto cuerpo roto y sueño yerto,
de pánicos, sirenas y de ruido.

Reniego del terror encallecido,
de la sangre que tiñe suelo y cielo,
del atroz fanatismo sin remedio
que engendra al ignorante y asesino.

Un clamor de existencias amputadas
reclama la justicia del infierno
a todos los que hoy sobrevivimos.

Una sopa de rabia envenenada
que busca la venganza sin consuelo:
es la trampa mortal del enemigo.

Tout le courage, l'âme et la force, mes frères en France

“Cuando haces pop, ya no hay stop”. El muy disputado caso de los Bancos Centrales (primera parte)

Hoy se publica en Sintetia mi primer artículo de una trilogía dedicada al papel de los bancos centrales en la economía actual, muy destacado a la par que inquietante.

El muy disputado caso de los Bancos Centrales (I): Estado de situación