Desglobalización

La nueva edición de The Economist refleja una preocupación que llevo tiempo expresando en mis artículos y conferencias: la marcha atrás en la globalización. Una tendencia que ya veníamos advirtiendo a principios de esta década y que se agrava por los acontecimientos mundiales recientes.

El peligro de la volátil e incierta coyuntura actual es que la búsqueda razonable de una seguridad de suministros se transforme en un proteccionismo desenfrenado, en costosísimos planes defensivos de dudosa eficacia y en miles de millones de dólares de subvenciones industriales. Ello sólo puede conducir a más fragmentación e inflación. Reflexiona el editorial del Economist:

”Los gobiernos y las empresas deben recordar que la resiliencia proviene de la diversificación, no de la concentración doméstica (...) La miopía y la insularidad abundan. Pero si usted es un consumidor de bienes e ideas globales -es decir, un ciudadano del mundo- debería esperar que la próxima fase de la globalización implique el máximo grado posible de apertura. Un nuevo equilibrio entre eficiencia y seguridad es un objetivo razonable. Vivir en un búnker subvencionado no lo es.”

A muchos analistas nos parece increíble que en pleno siglo XXI todavía tengamos que explicar el papel esencial que el libre comercio ha supuesto para el avance de la humanidad, pero la realidad nos dice que dicho papel no está siendo percibido por amplios sectores de la sociedad. Ello se debe tanto al oportunismo político como a los nuevos condicionantes geopolíticos y a la necesidad de actualizar un paradigma que ha permanecido incuestionado desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

En 2017 escribí un artículo sobre el tema que sigue plenamente vigente. El Covid y la agresión rusa a Ucrania han acelerado el proceso que allí les describía e incrementado mis preocupaciones:

La Geopolítica del Libre Comercio